domingo, 6 de julio de 2014

CRISTAL DE CARSAI

Cristal de Carsai

Relatillos de un pueblo en ruinas
  
Hola, soy Luisito: Tengo diez años y estoy veraneando en el pueblo de mis padres. Este pueblo es muy pequeñito y se llama Cristal de Carsai, solo viven en él unas pocas personas mayores, pero algunos niños venimos todos los veranos para ver a los abuelos. Yo tengo aquí a mis cuatro abuelos: los padres de mi madre se llaman Guadalupe Tardo y mi madre también. Sí, sí, así; como suena: los tres se llaman igual. Mis abuelos se llaman así, porque son primos y por su abuelo que también tenía el mismo nombre.
   En el pueblo, a mi abuelo lo llaman Lupi, a mi abuela Lupe y a mi madre Guadi, pero de mote los llaman “los Petardo”. Cuenta mi abuela que cuando era moza le escribía un chico de otro pueblo, y el cartero le daba las cartas a mi abuelo porque se llamaban igual, al final acabaron casándose juntos para que no hubiera más confusiones. Yo un día pregunté a mi abuelo, por qué aquí algunas personas tienen esos nombres que con el apellido parece un chiste, y me contestó: <<Hijo, eso eran cosas de antes: por aquí siempre ha habido gente muy bromista; además, se creían muy listos e ingeniosos. Como no había muchas diversiones, un año el día de la fiesta, al secretario de aquí y a otros dos de los pueblos más cercanos, los emborracharon. Luego les hicieron firmar un papel y apostar mil duros a ver cuál de ellos, en tres años, ponía los nombres que con su apellido, fueran más graciosos. El dinero sería para el ayuntamiento del pueblo ganador. Y cuando nacía un niño, todos los vecinos colaboraban con los padres para ponerle nombre. A los dos años los secretarios cambiaron de destino, vinieron otros nuevos y esto se olvidó. No ganó nadie, y ya ves: “no hay mal que cien años dure” pero a muchos les tocó la china>>.
   Mis abuelos son estupendos, quieren mucho a todos sus nietos y a veces vamos con ellos a ver los trigos y cebadas. Ahora el campo está seco, las mieses están doraditas para cosechar dentro de nada y las espigas del trigo son muy bonitas. Si venimos por Semana Santa está todo el campo muy verde y es precioso. Mi abuela Lupe dice que parece una gran esmeralda y también dice que hay que comer pan, porque es muy bueno y además, así pueden vender mejor el trigo.
   Mi otro abuelo se llama como yo, y mi padre también, Luis Andía, y como en este pueblo todos tienen sus motes, a ellos los llaman “los Sandía”. Mi abuelo Luis está jubilado pero tiene unas pocas ovejas y un perro, y va todos los días al campo para que las ovejas coman las hierbas que crecen por los caminos. La leche de las ovejas es muy rica y el abuelo dice, que es mucho mejor que la que se vende en las ciudades.
   Mi abuela se llama Esperanza Patillas y es escritora: bueno, escribe. Escribe cosas de su pueblo, ha ganado algún concurso y está muy contenta. A mi me gustaría estudiar para escribir libros, mi abuela no pudo estudiar pero le gusta escribir. Tiene un cuaderno que me lo deja (me dice que no lo estropee) y yo lo paso muy bien leyendo las cosas que pasaban cuando ella era pequeña, nos dice que todo era muy distinto y que ahora se vive mucho mejor.
  

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