No comprendo por qué hay tanta mala baba, en algunos mensajes de Twitter, como muchos de los que se han visto estos años, cuando alguien tiene una desgracia. Ahora le ha tocado el turno a la familia Bosé. ¿No tienen suficiente sufrimiento esa familia, con la muerte de su familiar, famosa o no? ¿Los que escriben esos mensajes no han perdido a nadie de su familia? De todas formas, la gente que escribe esas cosas, no solo lo hacen con las personas famosas, también hay quien lo hace, entre la gente que podríamos llamar corriente, ya sea conocida o desconocida. De verdad, me parece una estupidez, que contesten con esos mensajes fuera de lugar. Cada uno puede tener unas creencias, que si no hacen daño a nadie, ¿a quien le importa?
A quien no le haya tocado una desgracia, que dé gracias a quien considere que debe dárselas.
miércoles, 25 de enero de 2017
viernes, 20 de enero de 2017
EL OSITO PIO
CUENTO
EL OSITO PIO Y SU AMIGO
El osito Pío era un osito blanco muy guapo y muy simpático,
vivía con su madre en el bosque, cerca del río. Estaba la mayor parte del
invierno dormido dentro de su cueva y cuando se despertaba, ya en primavera, le
gustaba tomar el sol y comer las hojas tiernitas que salían en los brotes de
los árboles. Todos los días iba al río y se bañaba junto a su mamá, tenía la
piel blanca inmaculada y su mamá cuidaba de tenerlo siempre muy limpio. Los
osos vecinos envidiaban su blancura, pero todos eran sus amigos porque Pío era
un osito feliz y muy bueno.
Pero Pío se estaba haciendo mayor y dejó de obedecer a su
mamá, ahora no quería bañarse, se revolcaba por el barro, su preciosa piel dejó
de ser tan blanca y su mamá lo tenía que reñir. Harto ya de que su mamá se
enfadara con él, decidió marcharse de su casa y vivir por su cuenta, se fue de
la cueva dando un portazo, sin despedirse de nadie y se decía: <<Ya soy
mayor para que me manden siempre lo que debo hacer, desde ahora haré lo que me
dé la gana>>. Pío holgazaneaba, comía lo que encontraba más cerca y no se
preocupaba de asearse ni de cuidar su blanquísima piel. Un buen día se encontró
con un oso mayor y más grande que él y los dos se dedicaron a hacer
gamberradas, cogían la miel de las colmenas, les gustaba revolcarse y jugar por
el suelo, salían a los caminos, asustaban a la gente y no se molestaban en
hacer nada de provecho ni de visitar a sus mamás.
Cierto día un mendigo que andaba
pidiendo por los caminos se asustó tanto, que echó a correr y perdió su
sombrero; un sombrero viejo y mugriento, ellos lo cogieron, se lo pasaban de
uno a otro jugando con él y poniéndoselo en la cabeza. Varios días después Pío
se dio cuenta de que su piel no estaba tan bonita ni tan blanca, además le
picaba mucho el cuello y la cabeza y tenía que rascarse. Al día siguiente vio
como su amigo se rascaba mucho y le preguntó porque lo hacía, el otro oso le
dijo que alguien tenía piojos y se los había contagiado. Fueron corriendo al
río a bañarse, pero pocos días después volvían a tener bichitos, porque ellos
no sabían que los huevos de los piojos se llaman liendres, se pegan en el pelo
y no se quitan solo con agua. Al final el osito Pio regresó donde su mamá, y aunque la
mamá de Pío al principio estaba muy enfadada, luego le dio un fuerte abrazo y
cariñosamente lo llevó al río, lo lavó muy bien con un buen champú y a los
pocos días su piel estaba reluciente y sin una sola mota de polvo. Al compañero y amigo de Pio, los guardias lo metieron en una jaula y lo llevaron a trabajar a un circo. Desde
entonces el osito Pío sabe que tiene que asearse, no juntarse con malas
compañías, ser formalito, ir a la escuela de los osos y no coger las cosas que
se encuentran en el suelo, ni jugar con ellas.
EL INVIERNO
EL MUNDO AL REVÉS
ASÍ ESTABA DE LUMINOSO Y AZUL EL CIELO ESTA TARDE EN BILBAO
No sé si el cambio climático que auguraban los expertos en el mundo, nos
ha llegado ya. Desde luego sí que es bien raro que hayan caído esas nevadas tan
fuertes por esa parte de España que normalmente es más seca y cálida. Parece
mentira que estamos por el norte (con mucho frío, eso sí) pero con un sol
estupendo. Nosotros los castellanos, estamos acostumbrados a ese frío helador
y el hielo y nieve no nos llaman la atención, pero hay que pensar que en las
carreteras es muy peligroso, y a mi me hace gracia que digan que la nieve es
muy bonita, ¡no han tenido que sufrirla! Los que se han quedado horas atrapados
en las carreteras, ahora, seguro que ya no les emociona tanto. Eso pasó hace
unos pocos años en Burgos, allí están más que acostumbrados pero siempre es una
incomodidad y un riesgo. Aún recuerdo la cara preocupada de mi madre, en esos días en que
caían nevadas y hielo muy abundantes, día tras día. Sobre todo era miedo a
cualquier accidente o enfermedad, porque allí tenían que arreglarse entre los
vecinos; menos mal que todo era solidaridad entre ellos y en esos días podía
pasarle a cualquiera.
miércoles, 11 de enero de 2017
2 POEMAS DE ANTONIO MACHADO
CAMPO
La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido,
y una hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?...Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda.
EN LA DESNUDA TIERRA DEL CAMINO
En la desnuda tierra del camino
la hora florida brota,
espino solitario,
del valle humilde en la revuelta umbrosa.
El salmo verdadero de tenue voz
hoy torna al corazón, y al labio,
la palabra quebrada y temblorosa.
Mis viejos mares duermen;
se apagaron sus espumas sonoras
sobre la playa estéril.
La tormenta camina lejos en la nube torva.
Vuelve la paz al cielo;
la brisa tutelar esparce aromas
otra vez sobre el campo,
y aparece, en la bendita soledad, tu sombra.
LOS PEPES
Pepi tiene cuatro
años, se pasa los días correteando detrás de sus padres por la casa, y está
aburrida porque no le hacen caso y no contestan a sus preguntas. Sus padres se
llaman Pepe y Pepa y en su barrio los llaman “los Pepes”. Siempre tienen muchas
cosas que hacer y aunque la quieren mucho le dicen que no pueden estar
pendientes de ella y contestando a sus preguntas a todas horas.
–¡Mira que es
preguntona esta niña! –decía Pepa.
–Déjale mujer, que
preguntando se aprende –decía Pepe.
–Eso si la sabes
contestar, ¡porque hace cada pregunta! ¿Mamá que son las letras? ¿Mamá, por qué
brillan las estrellas? ¿Mamá por qué el cura lleva ese vestido negro? ¡Vaya
preguntas¡ Y yo que le digo, ¡vete tú a saber! Habrá que bajar del desván todos
aquellos libros que nos dejó en herencia tu tía, a lo mejor ellos sí saben
contestar.
–Mujer, bien está
que los niños se interesen por las cosas, si no, no aprenderíamos nunca.
–Sí, pero hombre,
que le pregunte a la maestra cuando vaya a la escuela, ¿tú sabes qué contestar?,
¡pues contéstale tú!
–Vaya genio que te
gastas, la niña solo quiere aprender.
–¿Y los libros?
¿Para qué queremos todos esos librotes? Solo ocupan sitio, ¡y no sabemos ni lo
que ponen!
–Porque no los
hemos mirado; mañana bajaré alguno, seguramente son todos interesantes, ya
sabes que el tío era maestro y además muy inteligente, a lo mejor nos da
respuesta a todas esas preguntas y la niña puede aprender en alguno de ellos.
–Pues enséñale tú,
yo no tengo tiempo.
Pepi era una niña
muy preguntona, según decía su madre. Y siempre que preguntaba se quedaba sin
oír las respuestas. Ahora ya sabía el porqué, su mamá no sabia contestarlas, de
ahora en adelante solo le preguntaría a papá.
–¿Papá como se
llama esta letra? ¿Papá que carta es esta? ¿Qué número tiene este as de oros?
–decía Pepi.
–Luego te lo diré,
ahora no puedo –contestaba papá–, y la niña seguía con sus preguntas sin
respuesta. El desván le producía a Pepi una gran inquietud, había subido con su
mamá muchas veces, pero nunca le dejaba tocar nada. ¡Y había tantas cosas!
Se preguntaba si
algún día podría subir ella sola. Todos los libros estaban ordenados en su
librería y no se tocaron desde el día de su llegada, más que para limpiarlos el
polvo de vez en cuando. Las cajas cerradas eran una de las cosas que más
curiosidad le producían, aunque también había otras muchas cosas: un baúl con
ropa, una caja con herramientas y otras cajas grandes con cosas que Pepi
desconocía.
Un día que su papá
estaba fuera de casa y su mamá en sus quehaceres, pensó que ya era hora de
saber lo que contenían todas aquellas cajas y demás paquetes que a ella tanto
le atraían.
Como pudo puso una
banqueta a la puerta del desván y dio media vuelta a la llave que estaba en la
cerradura, al abrirse la puerta se sintió un poco insegura, pero pronto empezó
a fisgar en todo aquel laberinto de cajas, libros, ropas y “papelotes”. De
pronto oyó como su mamá le llamaba, ahora sí que le dio miedo a Pepi que su
mamá la encontrase, se fue del desván dejando todo en orden y volvió a cerrar
la puerta pero se prometió volver a seguir investigando, todo aquello era muy
interesante.
Sobre todo la
intrigaba una gran caja, estaba en una estantería un poco alta y no estaba
cerrada del todo; sobresalían y se veían lo que parecían unos palos unidos
entre si, lo llamaban caballete y Pepi había visto otro igual en la casa de un
pintor amigo de su padre.
A Pepi le parecía
gracioso el nombre de “caballete”. Su amigo Damián tenía una yegua y ahora
también tenía un potrillo al que llamaban caballito.
Caballito,
caballete, y le preguntaba a su papá por qué se llamaban casi igual aquel
potrillo y los palos del pintor, si no se parecían en nada.
Pepe recordó la
caja del desván con sus pinturas, algún dibujo, su caballete y sus pinceles con
los que él pintaba cuando su afición y su tiempo se lo permitían. Recordó que
era un niño, cuando con su amigo Miguel iba al campo y pintaban el río, el
campo, las espigas y hasta cualquier pájaro, incluso alguna hormiga.
Recuerda el retrato
que le hizo a su padre en su último cumpleaños, fue su último dibujo. El día
que su padre falleció, metió todas las cosas en una caja y las guardó en un
rincón de la casa donde no pudiera verlas. Su amigo Miguel intentaba distraerle
y solicitaba su compañía para salir al campo, pero él se negó en redondo y
nunca más usó los pinceles ni las pinturas. Recuerda con cariño aquel tiempo que
era hermoso, pero no lo añora. La vida lo ha cambiado, ahora vive con su mujer
y su hija y tiene que dedicarse a otras cosas más productivas. Sin embargo, hoy
recuerda la caja de pinturas y aunque a su mujer no le haga mucha gracia,
seguramente a Pepi le encantará revolver en todos aquellos recuerdos y a lo
mejor hasta ha heredado su afición junto con sus genes.
Pepi sigue pensando
en el desván, hace mucho tiempo que no ha subido, sabe que a su madre no le
gusta que ande trasteando por allí, pero ella está empeñada en saber cuales son
los tesoros que se guardan en aquellas cajas, sobre todo en la del caballete.
Piensa en ella y sabe que no llega a cogerla, tampoco quiere subirse a una
banqueta, puede que la caja pese más de lo que ella pueda permitirse y se caiga
con todo el equipo, sería desastroso. Tampoco se lo quiere pedir a sus padres y
espera con paciencia a ser un poco más mayor.
Hoy papá no ha ido
a trabajar, no se encuentra bien y tiene un poco de fiebre, mamá ha salido y
Pepi anda “danzando” alrededor de su padre. Pepe vuelve a recordar las pinturas
y le pregunta a su hija si quiere subir con él al desván, la niña está
encantada y corre detrás de su padre escaleras arriba pero no se atreve a decir
ni a tocar nada. Ve a su padre que va directamente a la caja de sus sueños, y a
punto está de dar un grito de alegría. Cuando su padre deja la caja en el suelo
la niña cree estar soñando de nuevo y le da un beso y un abrazo como nunca lo
había hecho. Papá baja la caja hasta la habitación de la niña y ésta, no se lo
puede creer, allí tiene la caja por la que tanto había suspirado. Cuando venga
su mamá le dirá cuanto había deseado tener estas cosas y también que de mayor
quiere ser pintora como su amigo Miguel.
Sabe que su mamá le
dirá que todavía es pequeña y tiene mucho que aprender. Solo tiene seis años,
hace poco que va a la escuela y ya sabe leer y hacer los números. El dibujo le
gusta mucho, su padre le da algunas lecciones y poco a poco va aprendiendo
pequeños trucos.
A Pepi ahora no le
hace falta la banqueta ni el permiso de sus padres para subir al desván, ha
revisado todas las cajas, el baúl y los
“librotes” de la librería, que en verdad son interesantes y entre ellos hay
varios de pintura.
Ya se ha hecho
mayor y ahora es ella la que a veces acompaña a Miguel al campo y se pasan
muchas tardes dibujando. Dentro de poco empezará a estudiar en la Universidad, quiere
ser profesora de dibujo y tanto sus padres como su amigo Miguel le animan y le
ayudan.
Sabe que tiene que estudiar mucho y la tarea
será dura, pero tiene mucho tiempo y como dicen sus padres, ella es muy lista y
podrá con todo.
martes, 10 de enero de 2017
LA ABUELA
1912: año que se restauró la iglesia de castrillo
La abuela decía, que todo lo que
estábamos derrochando y abusando del dinero, lo íbamos a pagar con creces y
solía decir: <<Ya lo veréis, el tiempo me dará la razón>>. Otras
veces añadía: <<Si escucháramos a la gente mayor nos evitaríamos muchos
disgustos. “Enseña más la necesidad que la Universidad”>>.
Ella que era una
mujer de un pueblo remoto, que no tenía más estudios que las cuatro reglas
(como ella decía), supo más que todos los politiquillos mequetrefes y sabihondos.
No había conocido
abuelos y decía muchas veces: <<El
que no conoce abuelo, no conoce día bueno>>. Tenían que ir a una
distancia de 12 o 17
kilómetros para comprar ropa, calzado y otras cosas para
la casa, incluso para cortarse el pelo o sacarse una muela, y también para coger
el autobús o el tren cuando querían ir más lejos.
Pero la abuela
también nos contaba otras historias. Le encantaban los refranes y en cada
conversación siempre cabía alguno, que como ella decía ‘venía al pelo. Se
inventaba cuentos y nos cantaba coplas. A veces se emociona, no recuerda muy
bien algunas cosas y se queda pensativa, como cuando nos cuenta alguna de sus historias o las de
sus vecinos.
lunes, 9 de enero de 2017
¡QUÉ BIEN!
HÉROES Y HEROÍNAS
Forastero, si vas a Castrillo, entra con respeto
¡Que bien!, un año más, terminaron las navidades, empieza la vida normal y la rutina de todos los días. Entramos en un nuevo año y esperamos salir de él con salud y alegría. Cuanto más mayor me voy haciendo, más recuerdo a mi tierra y aquella buena gente que vivía en aquel pequeño pueblo nuestro, fueron unos trabajadores incansables, tanto los hombres como las mujeres; yendo a las fincas con sus caballerías, sus carros y sus aperos. Pero las mujeres fueron unas auténticas heroínas: aparte de cuidar a sus hijos (casi siempre familias bien numerosas) iban al campo, y lo peor y más trabajoso por la falta del agua, era lavar la ropa. ¡Bien ganado tienen el apelativo de heroínas! ¡¡Cuantos ocho miles hicieron y no se dieron ninguna importancia!! Cuantas veces subieron y bajaron la cuesta del "puntón" o pontón, con los calderos llenos de agua o la pesada ropa mojada. Aquella cuesta en invierno llena de barro, nieve, hielo y frío, con mal calzado y poco abrigo, y en el verano con un sol abrasador y un calor sofocante. Un recuerdo para todos y que Dios los tenga en su Gloria, ya que no sé si les dejarán descansar en paz.
Forastero, si vas a Castrillo, entra con respeto
¡Que bien!, un año más, terminaron las navidades, empieza la vida normal y la rutina de todos los días. Entramos en un nuevo año y esperamos salir de él con salud y alegría. Cuanto más mayor me voy haciendo, más recuerdo a mi tierra y aquella buena gente que vivía en aquel pequeño pueblo nuestro, fueron unos trabajadores incansables, tanto los hombres como las mujeres; yendo a las fincas con sus caballerías, sus carros y sus aperos. Pero las mujeres fueron unas auténticas heroínas: aparte de cuidar a sus hijos (casi siempre familias bien numerosas) iban al campo, y lo peor y más trabajoso por la falta del agua, era lavar la ropa. ¡Bien ganado tienen el apelativo de heroínas! ¡¡Cuantos ocho miles hicieron y no se dieron ninguna importancia!! Cuantas veces subieron y bajaron la cuesta del "puntón" o pontón, con los calderos llenos de agua o la pesada ropa mojada. Aquella cuesta en invierno llena de barro, nieve, hielo y frío, con mal calzado y poco abrigo, y en el verano con un sol abrasador y un calor sofocante. Un recuerdo para todos y que Dios los tenga en su Gloria, ya que no sé si les dejarán descansar en paz.
HAIKUS AL TREN - 5
PARA VER CUBA.
¿SUBES Y BAJAS?
EN TREN CÓMODAMENTE,
TODO VENTAJAS.
ESTOY DURMIENDO,
EL TREN CORTA EL SILENCIO,
AMANECIENDO.
TRENES EN MARCHA,
RUGIDOS QUE SORPRENDEN
EN LA
DISTANCIA.
DANZAN LAS FLORES,
CUANDO PASAN LOS TRENES
RINDEN LOORES.
SEMANA SANTA
MÁGICAS ESTACIONES,
TRENES QUE MARCHAN.
NOCHE DE SAN JUAN,
ES LA NOCHE MÁS
CORTA
Y MI TREN SE VA.
FIESTAS MAYORES,
REBOSAN ALEGRÍA
LAS ESTACIONES.
ME SIENTO TRISTE,
TE ALEJAS EN EL TREN
SIN DESPEDIRTE.
TRAS LOS CRISTALES
DEL TREN, YA SE COBIJAN,
SIMPLES MORTALES.
YA NO HAY GALLINAS,
NI VAMOS EN LOS TRENES
COMO SARDINAS.
SÚBETE AL TREN
SIEMPRE CON TU BILLETE
Y PÁSALO BIEN.
LOCOMOTORA,
¿QUE PENSARÁN LAS VACAS,
SI TE VEN SOLA?
BAJO LA
LOMA,
POR LA BOCA DEL
TÚNEL
EL TREN ASOMA.
LOCOMOTORA,
AL SUBIR POR LA CUESTA
YA NO RESOPLAS.
PONTE LAS PILAS,
EN TREN GANARÁS TIEMPO
SI TIENES PRISA.
ATRÁS NO MIRES,
SI VAS EN TREN, NO GANAN,
LOS QUE TE SIGUEN.
¡VIVAN LOS TRENES!
ME LLEVAN A LA
PLAYA
DE VACACIONES.
jueves, 5 de enero de 2017
NOCHE DE REYES
Queridos Reyes Magos: yo solo quiero pediros salud para todo el mundo, que se acaben todas esas malditas guerras, la avaricia, egoismo, y todas esas maldades que no pueden existir en un mundo civilizado. Como sé que sois magos, pero no sois todopoderosos, también le pediría a Dios que nos echase una manita.
miércoles, 4 de enero de 2017
LAS BOTAS DEL FANTASMA
CUENTO
Aquel fantasma,
estaba muy orgulloso de ser fantasma. Era bromista, simpático y un poco
trasto, pero le gustaba salir solo y casi siempre dejaba su sábana en su
panteón. Aunque había sido muy rico, sólo le enterraron con una sábana y debía
cuidarla, ahora era un muerto pobre. Solía andar por las calles oscuras y le
encantaba asustar a las gentes sobre todo a los niños: <<Los niños,
sí>>, decía con una mueca en la boca que quería ser sonrisa. Le gustaba
ver escaparates pero sólo podía salir de noche y todas las tiendas estaban
cerradas. Cerca de su tumba crecía un naranjo, él sembró una noche las pepitas
de una naranja, que alguien había depositado encima de un banco de la calle,
para que algún niño pobre pudiera comer. <<Que se fastidien los
niños>>, decía y reía con su mueca maléfica. Una noche fisgando por los
escaparates vio una zapatería, su puerta estaba abierta (no le gustaba traspasar
las puertas si estaban cerradas). Como era invisible se coló dentro y estuvo
dando vueltas por la tienda buscando unas botas que le habían gustado hacía ya
muchas noches. <<A lo mejor las han vendido>>, pensó.
La dependienta daba
vueltas quitando y poniendo zapatos de un lugar a otro, y ya pensaba en asustar
a la muchacha si las botas no aparecían, cuando al poco rato apareció la chica
con las botas en la mano y las colocó en el escaparate.
El astuto fantasma
no lo pensó más y cuando la chica salió a buscar más zapatos, él cogió las
botas, se sentó tranquilamente, se las puso y se marchó tan silencioso como
había llegado.
Cuando la tendera,
volvió a entrar, vio como las botas salían solas por la puerta y quedó tan
asustada que no pudo moverse del sitio. Al rato pensó que sería su imaginación
debido al trabajo, se olvidó de las botas y siguió trabajando.
Mientras, el
fantasma andaba con sus botas por la calle tan a gusto y tan campante. ¡Pero no
sabía lo que le esperaba! Era un día de fiesta y en la plaza sonaba la música,
las calles estaban mucho más iluminadas que de costumbre y además, estaban
llenas de chicos y chicas que cantaban y bailaban alegremente, ¡pero sobre todo
había muchos niños!, esto le hizo ponerse muy contento y con su sonrisa-mueca
también se puso a bailar. ¡Aquello era mucho más divertido que asustar a los
niños! Hacía tantos siglos que no bailaba, que ahora no se daba cuenta del
riesgo que corría. Al principio las botas pasaron inadvertidas y nadie reparó
en ellas. El fantasma creyéndose invisible se acercó a un niño con la traviesa
intención de asustarle, pero sus padres andaban cerca y cuando vieron unas
botas que bailaban solas, se quedaron asombrados y no pudieron reprimir una
carcajada. <<Unas botas mágicas>> –dijeron todos admirados. De
repente el niño quiso coger las botas pero el fantasma echó a correr y las
botas corrían y corrían en todas las direcciones, ya que el fantasma estaba
acostumbrado a la oscuridad y el silencio, y allí estaba absolutamente perdido.
Una de las personas mayores corría en
dirección a las botas, todos le siguieron y entre todos lograron acorralarlas.
Un niño quiso cogerlas pero se le escapaban como si fueran peces. Las dichosas
botas eran ahora la parte principal de la diversión en aquella calle. Pronto
llegó la noticia a las demás calles y allí se reunió todo el pueblo a admirar
aquel prodigio. <<¡Unas botas mágicas!>>, gritaban todos y cada vez
llegaba más y más gente. El niño seguía a las botas pero ahora corrían más que
nadie.
Al final las botas
desaparecieron, el fantasma pudo volver a la zapatería donde las había cogido y
cuando la tendera entraba en la trastienda, él discretamente dejó las botas y
desapareció sin dejar ningún rastro. Rápidamente se fue hacia su tumba, dentro de
nada se marcharía la luna y él no podía estar en la calle cuando el sol
despertase. <<Será mejor que no vuelva a hacer tonterías>>, se dijo
así mismo, cogió su sábana y se metió en la tumba a dormir porque estaba muy
cansado.
Al día siguiente el
fantasma volvió a hacer su paseo; era una noche de luna llena, y con mucho
cuidado volvió al escaparate de la zapatería. Allí estaba todo el pueblo
comentando la noticia y miraba el escaparate de la zapatería diciendo: ¡Mirad
aquí están las botas mágicas!
La empleada de la zapatería recordó cómo las
botas salían solas por la puerta, pero pensó que en aquel pueblo todos tenían
demasiada imaginación, ella había colocado las botas la noche anterior en el
escaparate y nadie las había sacado de allí.
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