jueves, 26 de octubre de 2017

AMIGAS 7

CONVERSACIONES ENTRE AMIGAS 7

Paquita está contenta, tiene la pierna mucho mejor y ya se mueve casi con la misma soltura que antes de su caída. Ha salido a la calle para hacer compras y mirando algunos escaparates en su recorrido, le ha gustado un jersey y lo ha comprado, se acuerda de su vecina y también de su amiga Luisa que hace días que no las ha visto. Es un buen día para llamarla y quizá puedan ir al parque a pasear y tomar el sol y el aire que tanto se necesita. Tiene ganas de ver a su vecina, la vio un poco triste el día que estuvieron con los niños hace ya unos días y quiere saber si necesita ayuda; por lo menos si la escuchan y la acompañan un rato, a lo mejor se le quita un poco su preocupación. Coge su teléfono móvil y llama a Luisa, las dos hablan un rato de sus cosas y quedan para encontrarse en el mismo parque en el que estuvieron la otra tarde.
A la hora convenida sale Paquita de casa, en la escalera se encuentra con la vecina, que sale con los niños, y las dos se dirigen hacía el parque. Cuando están llegando, ven a lo lejos a Luisa que viene con su hija Marta, las dos llegan y saludan a Paquita con un beso. Mientras, la vecina ayuda y juega con sus nietos en los columpios. 
Marta dice a la madre de su amiga que le ve muy bien y que dentro de nada va a ir a correr una maratón, las tres se ríen de la ocurrencia de Marta, que cuenta que ahora que esta de baja y necesita pasear, ha quedado con María para dar una vuelta cuando salga de su trabajo, mientras la espera, hará algunos recados. Paquita les enseña su jersey comprado por la mañana y dice que cree que le gustará a su hija, las amigas le dicen que estará muy guapa y Marta se va.
Antes de guardar Paquita su nueva prenda, llega la vecina y pide permiso para sentarse con ellas, las amigas dicen que encantadas y le preguntan a ver que tal esta de ánimo. Ella un poco deprimida dice que su médico le ha aconsejado que vaya a un psicólogo, pero comenta que ella no cree mucho en esos médicos, todo quieren arreglarlo con pastillas que son un poco peligrosas, y ella no es quien tiene el problema, solo lo está sufriendo.
Luisa la comenta que a lo mejor la viene bien y que lo intente, ahora se sabe más de todas esas cosas y seguro que la ayudan, que no sea por no mirarlo.
La mujer no está muy convencida y dice, que como ya no puede más, a lo mejor sí pide ayuda, pero no promete nada. Mira a sus nietos que siguen con sus juegos y dice que gracias a ellos porque son su única alegría. Y sigue contando lo que sus acompañantes temían, no obstante la escucharán e intentarán prestarle su ayuda.  
Es muy duro lo que tenemos que sufrir las mujeres cuyos maridos les da por ir de bar en bar, la mayoría de las noches te acuestas con algo parecido a un pellejo de vino con la boca abierta, es tan desagradable, que si le dices que huele a vino te contesta, pues a que voy a oler si es vino lo que he bebido, y una ya cansada de oirlo tantas veces, le contesta, pues haber bebido colonia por lo menos olerías bien. Es un poco doloroso recordarlo, pero las cosas malas se quedan grabadas a fuego. Y mientras él vivía la vida a su manera, bebiendo y malgastando, yo pidiendo ayuda a gritos a mis hijos y ellos pasando de todo, me decían: déjale que haga lo que quiera y haz tu lo mismo. Lo que más me dolía es que además alguno se ponía de su parte porque yo a veces le echaba la bronca, más que nada porque él me estaba arruinando económica y anímicamente. Y de verdad la salud se resiente y la paciencia se agota, pero madre mía, que poca consideración hacia su madre. Menos mal, que aunque no me trató bien, tampoco me maltrató. Más que nada no sé si esto lo hacen porque lo han visto, por ignorancia, o solo es una forma de olvido, desprecio, o qué sé yo. Además estas personas son tan egoístas, que no saben vivir con nadie. Todo es suyo, parecen E. T, mi casa, mi dinero, mi lotería, yo, yo, yo, y siempre yo... Te ignoran en todo lo que dices, haces, o les cuentas, para ellos no existes para nada. Ellos manejan el dinero, y te dicen: yo solo gasto lo que necesito, ¿y que necesitan, si lo tienen todo en casa?, pero como no lo ven… además entre ellos comentan a voz en grito, “a los hombres nos gustan todas las mujeres menos la nuestra”, y tu lo oyes y piensas, ¿serán todos así? Aunque mi padre, el hombre, y otros que yo conozco, eran todo lo contrario; por eso, yo no creo que sean todos iguales, pero Dios les cría y ellos se juntan. Espero que esto un día cambie, y no penséis que ha venido a deshoras ni nada de eso, nunca ha llegado a casa después de las diez, pero están muchas horas en la calle y hay demasiados bares. Se juntan en cuadrillas y además quieren pagar todos… vaya costumbres que han cogido. Y claro, ya son demasiados años… parece que hablo en pasado pero es que parece que el tiempo no existe, aunque en tu cara ves que ha pasado demasiado rápido. Y… Dios mío, cuando me miro al espejo, solo veo una mujer mayor de lo que soy, con poca sabiduría y menos experiencias: pesimista, amargada, desconfiada, cansada de la vida y cansada de aguantar putadas. Dónde se quedó aquella chiquilla inocente, confiada, alegre y cantarina, que no pensaba en problemas, ni dinero, ni mucho menos en la vejez y la muerte. Pero una ya, va viendo demasiadas cosas, por desgracia, y cada vez me acuerdo más de mi pueblo,  de mis padres y de toda mi familia. Y solo pienso en volver, volver…volver para siempre.
La pobre señora más agobiada que nunca, las pide perdón y recoge a sus nietos, su hija ya llega para llevarlos a su casa. 
Luisa y Paquita se miran y piensan que esta pobre mujer, sí necesita ayuda de un profesional, ellas a pesar de su buena voluntad no saben lo que deben hacer, mas de lo que han hecho. Dicen que ellas han tenido más suerte, aunque sus maridos también son de los de antes, pero de momento ellos saben comportarse con sus mujeres y con su familia. Y después de dar un paseo por el parque, llaman a sus hijas por teléfono, que por cierto están cerca del parque y van con ellas a tomar un cafe con leche y un bollo. 

lunes, 9 de octubre de 2017

AMIGAS 6

CONVERSACIONES ENTRE AMIGAS
 
Luisa llega a casa, llama a su hija Marta y le cuenta su estancia en la casa de Paquita. Ha estado un par de horas y por lo menos tanto la una como la otra, han estado tranquilas y acompañadas, una pena que no vivan un poco más cerca, así podrían salir juntas todas las tardes, su hija le dice que cuando Paquita pueda caminar bien, se pueden juntar un día a la semana en cualquier sitio intermedio, ya que con los maridos poco pueden contar: porque entre chiquiteos, partidas y charlas de amigotes poco más hacen; sobre todo, ahora que ya no van a trabajar. Sí, dice su madre, mal acostumbrados están, pero a estos ya no les doma nadie, nacieron en otros tiempos y las cosas entonces eran así, además como sus padres hicieron lo mismo, pues “lo que se ve se aprende”, el marido de Paquita todavía no había llegado, así que la pobre mujer casi siempre está sola. Tu padre y yo hemos estado un ratito tomando un café en el bar. Bueno, le dice su hija, no te preocupes, ellos se arreglarán. Te voy a dejar que tengo cosas que hacer, a ver si puedo ir yo un día a verla, el día que quieras ir, me llamas y te acompaño, si no puedo, ya quedaremos para otro día, pero tu puedes ir cuando quieras. Pocos días más tarde, Luisa sigue pensando, que sería una buena idea acompañar hoy a Paquita, ésta ya está mejor y como hace bueno pueden ir al parque, pueden pasear y como hay muchos bancos, sentarse cuando les apetezca. Le llama a su hija y ésta le dice, que es mejor programarlo unos días antes, hoy no puede, pero eso no quiere decir que no vaya ella. Sin dejar el teléfono Luisa llama a su amiga y quedan a una hora determinada en el parque. Cuando Luisa llega, su amiga está esperando sentada en un banco, pero no está sola: una vecina mayor como ellas la acompaña; mientras, vigila a dos niños de unos cuatro y seis años. Los niños, chica y chico son sus nietos, y la niña muy juiciosita, ayudando a la abuela, vigila también a su hermanito. 
Después de saludar a las dos mujeres Luisa se sienta con ellas, y mientras los niños juegan a su alrededor la vecina comienza una conversación poco agradable: dice que su hija (la madre de los niños), se acaba de separar y ella ahora la está echando una mano, yendo a buscar a los niños a la escuela. La chica trabaja y entre una cosa y otra, su pobre hija está un poco agobiada, menos mal que los chiquillos no son demasiado traviesos y la niña sobre todo, es muy responsable. Además con su marido no puede contar mucho, siempre ha andado a lo suyo y no se preocupa de nada.
–Sí, dice Paquita, estos hombres de antes son todos parecidos, los hijos y la casa eran cosa de la mujer, ellos traían el jornal y les parecía que las mujeres no hacíamos nada.
–Pues claro, volvía a decir la vecina: ¡madre mía, con lo bien que me hubiera venido que me echara una mano! Pero había demasiados bares, y entre lo que bebían y lo que gastaban, la madre y los hijos pagábamos el pato. Aunque por desgracia eso tiene mal arreglo, menos mal que ellas por lo menos se pueden divorciar. Que no les falte el trabajo y el jornalillo. Bueno chicas, siento haberos fastidiado la tarde, pero de verdad, necesitaba hablarlo con alguien y desahogarme un poquito. Gracias por haberme escuchado, sobre todo a Luisa: tú Paquita ya sabes bastante de lo mío. No me gusta hablar de esto, pero de verdad estoy que no puedo más, a los hijos les dices y pasan de todo, y ahora con esto otro, pues ya todo se me va quedando dentro. Bueno chicas ya voy, veo que viene mi hija a recoger a los niños, que paséis bien la tarde.
Las dos amigas se quedan un poco perplejas ante tales confesiones, y Paquita comenta que ella sabe bastante de los problemas de su vecina, pero que ésta nunca lo había dicho, y se alegra de saberlo y haberla escuchado, se ve que la pobre mujer está muy agobiada y a esta buena señora la aprecian todas las vecinas.
–Luisa comentaba: a veces es difícil saber lo que pasa en una casa de puertas adentro y saber quien es el culpable.
–Y su amiga seguía diciendo: él parece un hombre bastante normal y no es mal vecino, pero como les de por beber, ya se fastidió; y luego que digan que eso de chiquitear es una costumbre social, deberían desaparecer la mitad de los bares: como las farmacias tenían que ser, uno en cada barrio.
Las dos amigas pasean un rato y Luisa pregunta a su amiga:
–¿Ya leíste la hoja del periódico que te dejé el otro día?
–Sí, hija: –dice Paquita–, pero chica que lo arreglen los políticos que para eso les pagan buenos dinerales.
–Sí, nosotras ya, que no nos falte la pensión de los maridos y a cuidarnos. ¿Qué te parece un chocolatito? –pregunta Luisa–, vamos a ese bar de enfrente. 
–Sí, y luego decimos mal de ellos –dice Paquita.
–Bueno, es que son demasiados los que hay –dice Luisa.
Y las dos chicas se quitan el mal sabor de boca que les ha dejado la vecina, con una buena taza de chocolate; ya no les importa coger algún kilillo, a lo mejor algún día se apuntan para ir a bailar, a las dos las apetece y se lo están pensando.

miércoles, 4 de octubre de 2017

AMIGAS 5

CONVERSACIONES ENTRE AMIGAS

Hoy, Luisa, madre de Marta, piensa en su amiga Paquita, madre de María: la chica estará trabajando y quizá su madre, necesite ayuda; si no, por lo menos la hará compañía un rato. La llama por teléfono y le dice que si quiere, a la vez puede hacerle algún recado. Paquita contesta que vaya cuando quiera y que por los recados no se preocupe, su marido y su hija han comprado lo necesario. Quedan a una hora y allí se presenta Luisa con una bolsita en la mano. Paquita abre la puerta, anda con muletas sin fijar el pie en el suelo, y parece que se apaña muy bien. Pasan a la sala, Paquita le ofrece a su amiga merendar un poquito y saca una bandeja con chorizo, jamón, queso, pan y una botella de vino con dos vasitos, que tenía preparada de antemano. Enseguida sale la pregunta, ¿te acuerdas?, y en este caso, decía Luisa:
–¿Te acuerdas de los chorizos, jamón y queso, que comíamos en el pueblo, por aquellos años? la verdad que no eran tan abundantes como ahora, pero si que eran riquísimos, el mejor regalo que se le podía hacer a algún familiar de fuera que te visitaba de vez en cuando, era una sarta de chorizo, ahora no es tan rico, pero a falta de pan...
–Sí, ya lo creo, entonces, gracias a ellos; el jamón y el queso eran más escasos, los que tenían ovejas hacían quesos, y a veces se compraba alguno, porque entonces la leche no se vendía fuera del pueblo –decía Paquita.
–He traído un paquete de chocolate, solo hace falta calentarlo, tampoco no estará como aquel, pero como tú dices, pues eso... buenas son tortas –decía Luisa.
 Yo sí recuerdo las caras de miedo, de la gente del pueblo, cuando hablaban de la guerra. Vamos a calentar el chocolate, será más provechoso y así nos olvidamos de ellos por un rato; de momento, si quieres te dejo la hoja y lo lees luego.
Las mujeres van a la cocina a calentar el chocolate, oyen como se abre la puerta de la calle y a María que entra en la sala llamando a la madre.
La madre contesta desde la cocina, y mientras, María ve la hoja del periódico sobre la mesa, la echa un vistazo y va a la cocina. Al ver a las dos mujeres sonríe y le dice a su madre:
–Ya veo que estás bien acompañada, encima te ha traído la merienda –dice María.
–Sí, toma tú también una tacita, esta bien rico y solo hay que calentarlo –dice su madre.
–Ya he visto la hoja del periódico, lo leí el domingo, vaya jaleo –comenta María.
La chica calienta el chocolate y mientras merienda, las amigas hablan de cosas intrascendentes, en sus caras se ve la preocupación por los acontecimientos de la noticia que traía el periódico, ellas, siempre preocupadas por sus hijos y nietos,
–Esperemos que no llegue la sangre al río, por decir algo –dice Luisa–, bueno guapas, os voy a dejar, a ver si ha llegado mi marido a casa, y damos una vueltecita.
–Bueno, que lo paséis bien, vuelve cuando quieras –dice Paquita.
María acompaña a la visitante hasta la puerta y se despiden con un beso. Luisa se alegra de haber hecho compañía a su amiga, y quizá el próximo día que vuelva, puedan dar las dos una vuelta por el parque tranquilamente, sin muletas y sin preocupaciones.

lunes, 2 de octubre de 2017

AMIGAS 4



CONVERSACIONES ENTRE AMIGAS
PARA TODOS SALE EL SOL
 CUANDO LORENZO SE ACUESTA, SE LEVANTA CATALINA
María llegó del hospital a la casa con su madre, la caída había sido aparatosa, pero las consecuencias, a Dios gracias, no fueron tanto, un esguince. Tenía la pierna bastante inflamada y dolor pero con unas pastillas, una venda, tranquilidad y reposo, en unos días, listo.
María acomodó a su madre en el sofá y le prometió quedarse por la noche; recordó su accidentado cumpleaños y la visita de su amiga. La tarde había sido larga en el hospital y le debía una llamada para contarle todo lo sucedido.
María llamó a su amiga y las dos quedaron, para estar al día siguiente en la casa de su madre, todavía no era tarde, para tomar el prometido chocolate de cumpleaños. Marta llamaría a su madre por si quería acompañarla y aunque un poco tarde, aún podían tirarle de las orejas y llevarla las flores compradas el día anterior, lo importante era que el resultado de la caída, había sido más bien leve.
Al día siguiente, a la hora convenida, se presentaban Marta y su madre en la casa de los padres de María, la madre sentada a la mesa de la sala las esperaba impaciente: el padre como de costumbre desde su jubilación, no perdonaba su café y la partida de cartas.
Encima de la mesa una caja de galletas y una gran jarra de cristal con el humeante chocolate, parecía decirles “cómeme”.
Marta hoy, además del ramo de claveles y la plantita de alegría, traía otro pequeño paquete para obsequiar a las amigas, a simple vista parecía una caja de galletas, y así era, pero para ellas eran especiales, unas galletas traídas por Marta desde el pueblo y que colocó sobre la mesa.
Después de los saludos y la entrega de regalos, las visitantes se sentaron encantadas y la charla como de costumbre, siempre empezaba por hablar de su pueblo. No en vano, Marta recién llegada de allí tenía las noticias bien frescas. Pero como no había noticias sobresalientes se centraron en otras cosas.
La madre de María, comenzó a contarles la mala experiencia de su accidentado día anterior, pero ahora estaba bastante bien y con muletas podría salir pronto a la calle.
El chocolate en las tazas las estaban esperando y sería mejor no dejarlo enfriar, entonces abrieron la caja de galletas regalo de Marta y… ¡eureka!, camufladas en una bonita caja, estaban las galletas de vainilla de su infancia, todas sonrieron y fue un bonito detalle que gustó a las anfitrionas.
La señora de la casa comenzó diciendo:
–Sabéis, cuando nosotras éramos pequeñas, nuestros padres no eran muy dados a decirnos palabras cariñosas, a besarnos o hacernos carantoñas, ¿pero sabes lo que me decía mi madre algunas veces? Eres “mi flor burgalesa” como las galletas de vainilla. Yo me ponía más contenta que unas pascuas.
–Poco tiempo tenían nuestras madres, ¡las pobres!, tenían demasiadas cosas que hacer. En cuanto a las galletas, también había de otras clases, pero en mi casa también eran las que más se gastaban, yo creo que eran baratas y además ricas, ahora como hay más dinero y muchas más cosas, pues igual ya no se gastan tanto –decía la madre de Marta.
Las jóvenes escuchaban a sus madres entre divertidas y un poco admiradas, a ellas no les faltó nunca de nada, y a veces se quejaban por cualquier cosa.
–Pero cuanto mejor se vive y más cosas se tienen más se quiere, ¿pero que demonios está pasando en el mundo, si parece que la gente está loca? ¡No sé lo que vamos a tener que ver! si llega a vivir mi madre, ayer, se hubiera muerto de miedo. Ya no se puede ver la tele, ni nada, da mucha rabia que con lo bien que se vive ahora, tengan que armar esos líos tremendos y absurdos ¿Pero qué quieren? ¿Qué buscan? Ganan unos dinerales tremendos y no se conforman con nada, es tristísimo que tengamos que pasar por esto y no se pueda hacer nada, ni castigar a los culpables. Nuestros padres pasaron una puñetera guerra y eso les marcó tanto que no lo querían ni recordar, y estos niñatos de ahora con lo bien que viven y han vivido, han nacido con todo hecho y todo lo critican, a veces dicen tantas tonterías que dan ganas de mandarles a esos países que están en conflictos para que vean lo que es malo de verdad –contestaba la madre de María.
–Es verdad, nuestros padres comieron poco, trabajaron mucho y no gozaron de nada, nosotros estamos mucho mejor y lo apreciamos, porque hemos conocido también un poco de lo malo de entonces, solo había que oírles hablar de la guerra y eso que por allí solo pasó de puntillas –dijo la madre de Marta.
Las chicas escuchaban sin decir nada, veían que sus madres se estaban metiendo en terrenos un poco escabrosos pero sí que tenían razón, esta gente de ahora se creían dioses, y pensaban que todo lo que pasó eran cosas que ellos las podían cambiar con solo chasquear los dedos, por arte de magia, o algo peor.
Y Marta pensó que ya era hora de marchar, y dando gracias a sus amigas por el rato pasado, se levantó de su silla y ayudando a su madre les dieron gracias por la merienda, se despidieron de sus amigas hasta cualquier día, no sin antes darse un beso y quedando para darse una llamadita telefónica; deseando que todo les fuera bien y sobre todo, que la accidentada pudiera salir tranquila y pronto a la calle.