domingo, 23 de abril de 2017

MAYO



CON FLORES A MARÍA

El mes de mayo se acerca, ¡que mes más bonito!, luminoso y lleno de flores: en el campo los agricultores, deseosos casi siempre de ver la lluvia, que por San Isidro es siempre bienvenida, están más tranquilos; porque después de la siembra, las labores son más sosegadas, a la espera de la recogida de la cosecha.
En nuestra niñez cuando correteábamos por nuestro pueblo, mayo era el mes de la Virgen, de las flores y del rosario, que todas las tardes-noche la maestra de turno lo rezaba en la iglesia. Los domingos se guardaba fiesta, el rosario se rezaba por la tarde. Los niños y niñas íbamos al campo a buscar flores y con unos versos le ofrecíamos (algunos niños), a la Virgen del Rosario un ramito cada uno, cada semana del mes; al final de todo cantábamos a la Virgen la canción de “Venid y vamos todos” con mucho amor y devoción. Era muy sencillo pero se salía un poco de la rutina y lo pasábamos bien. La canción decía así:
Venid y vamos todos, con flores a porfía,
con flores a María que madre nuestra es (bis).
De nuevo aquí nos tienes purísima doncella
más que la luna bella, postrados a tus pies (bis).
Venimos a ofrecerte las flores de este suelo,
con cuanto amor y anhelo, Señora tú lo ves.
Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la Gloria nacen, en cambio tú nos des.

martes, 18 de abril de 2017

¡QUÉ ALEGRÍA!



CASTRILLO
TRASERA DE NUESTRA IGLESIA Y CEMENTERIO, LA HIEDRA LLENA TODA SU FACHADA

 UN PAJAR QUE AGUANTA EN PIE AL CABO DE LOS AÑOS  
LOS EDIFICIOS CADA DÍA MÁS DETERIORADOS


CARRIAS MI OTRO PUEBLO


UN ESTUPENDO PASEO POR EL CAMPO
VALLE QUERIDO
REGATILLO DE LOS ANIMALEJOS
 ALIAGAS EN FLOR
La semana santa de mi niñez y juventud era bastante triste y aburrida, no se podían tocar las campanas, eran días de silencio, iglesia y rezos. Las radios que eran la única distracción que podíamos tener, solo emitían música sacra y algunas noticias; menos mal que no faltaban las partidas de cartas en la taberna para los hombres; y en cualquier gloria para las mujeres. A la juventud no le faltaba la gloria de turno, en la casa de cualquier moza. El Viernes Santo que era el día que se guardaba fiesta en respeto a la crucifixión de Jesus, cada poco se iba a la iglesia a rezar y hacer compañía al Santísimo; por la tarde-noche se rezaba el Vía Crucis en la iglesia. El sábado Jesús resucitaba, ya se podían tocar las campanas y el domingo con misa y procesión se encontraban Jesús y su madre la Virgen María, así terminaba la semana santa. 
Bien diferente es ahora, que la mayoría de la gente tiene vacaciones y todos tienen sus coches. Las carreteras se colapsan porque a todo el mundo le da por marchar de sus casas en diferentes direcciones. Nosotros este año hemos estado en nuestra tierra, el domingo aprovechamos para ir de visita a “mis pueblos”. Un precioso día nos esperaba y fue un día absolutamente especial; en Castrillo había algunas personas, “turistas” que no lo conocían y tuvieron la idea de ir a visitarlo, era gente muy maja y esas personas son las que da gusto conocer, porque otras dan hasta miedo, y para los que somos del pueblo nos da un poco de pena que no den la cara. ¡No cambio esa visita por ninguna ciudad del mundo! Qué tendrán nuestros pueblos y nuestras raíces, que estamos tan pegados a ellos como la hiedra a la pared de nuestra iglesia.

miércoles, 5 de abril de 2017

CUENTO, LA PERRITA LUNA



   LA PERRITA LUNA
   
Luna era una perrita encantadora: inteligente, obediente y muy simpática, pero también un poco traviesa, atrevida y curiosona. No le gustaba salir atada y mucho menos con bozal. Su dueña le llevaba de paseo por el campo, le quitaba las ataduras y ella correteaba a sus anchas husmeando todo lo que estaba a su alrededor. Un buen día Luna, corriendo detrás de un pajarito se fue más lejos que de costumbre y su dueña la perdió de vista. Pero Luna no estaba perdida, ella buscaba a cualquier animalito para jugar con él y hoy que estaba sola, tenía muchas posibilidades de entablar conversación con cualquiera.

   De pronto apareció un pequeño insecto que se entretenía dando vueltas a una bola de estiércol, que le doblaba el tamaño. Luna se le quedó mirando embobada viendo como trabajaba aquel dichoso bichejo. De pronto el animalillo se quedó parado y dijo:

   –¿Qué miras, no ves que estoy trabajando?   

   –Eso veo, pero… ¿para qué?

   –Es la comida de mi familia.

   ¡Ah! vaya comida más rara.  

   El animalillo le dijo a la perrita: –¡No te acerques mucho, si me das la vuelta me quitas el nombre!

   –Y cómo te llamas, si puede saberse –dijo Luna.

   –Me llamo Escarabajo.

   –¡Uy!, que nombre más feo. ¿Y quién te lo puso?

   –No lo sé, así se llaman mis padres, mis hermanos y mis abuelos, todos nos llamamos igual.

   –¡Pues vaya raros que sois!, yo me llamo Luna, me lo puso mi dueña, dice que así se llamaba mi mamá.

   –¡Anda, pues tu dueña tampoco se rompió la cabeza pensando el nombre!

   –Ya, pero el mío es bien bonito y el tuyo no.            

   –¿Y cómo se llama tu familia?

   –Nosotros somos perros, y a cada uno nos ponen un nombre.

   ¡Ah!, pero si todos sois perros, es como nosotros que todos somos escarabajos. ¡Mira por ahí viene la lagartija! ¿Cómo se llamará ella? Oye lagartija, ¿tú tienes nombre?

   –Pues claro, yo me llamo Clara –dijo la lagartija y se marchó corriendo, dejando a Luna y al escarabajo con la palabra en la boca.

   –Mira por ahí viene la lombriz, ¿oye lombriz, tú tienes nombre? –dijo la perrita.

   ¡Vaya pregunta más tonta!, todo el mundo tiene su nombre. ¿Sabes?, me lo acabas de llamar; me voy que tengo mucha prisa –dijo la lombriz.             

   De pronto apareció el topo, que como es ciego, y no ve nada ni a nadie, se pregunta en voz alta:

   –Dónde estará la lombriz, dónde se habrá metido, ¡ya me he quedado sin comida otra vez!

   –¿De que lombriz hablas? –preguntó el escarabajo.

   –¡A ti que te importa! –contestó el topo.

   –Vaya si es mal educado el topo –dijo la perrita.          

   –Si hubiera sido tu comida no dirías lo mismo –dijo el topo.

   –Claro, seguro que el topo tiene hambre, pero no le hemos preguntado su nombre –dijo el escarabajo.   

   –Con bichos tan poco educados es mejor no hablar –dijo Luna.

   –¿A quién llamas mal educado, perro?, eso lo serás tú –dijo el topo enfadado, sacando la cabeza de su madriguera.         

   –Mira topo, yo no soy perro, soy una perrita, y mucho más educada que tú –dijo Luna.     

   –No te enfades topo, solo queríamos saber si tienes nombre y como te llamas –dijo el escarabajo.

   Hacéis unas preguntas muy raras, ¡como no voy a tener nombre!, yo soy el topo Poto, porque así me pusieron mis padres, y si no queréis nada más, me voy –dijo el topo y se fue tranquilamente a su casa.

   –¡Mira que mariposa más bonita, escarabajo! –dijo la perrita.

   –Oye graciosa, a mi no me llames escarabajo –dijo la mariposa, que no había visto al citado bichejo– yo soy mucho más elegante y bonita que él.

   –Oye guapa, en este mundo, cada uno es como es, y no presumas tanto por si acaso –dijo el escarabajo.

   –Sí –dijo Luna–, cada uno es como es y todos debemos respetarnos. Ya es hora de que nos vayamos, mi dueña me llama para ir a casa. Hasta otro día escarabajo, espero encontrarte para hablar contigo otro rato.    
   –Adiós Luna, espero verte: y ya sabes, cuando veas a uno de nosotros, no le des la vuelta, le quitarás el nombre y seguramente la vida.