lunes, 2 de octubre de 2017

AMIGAS 4



CONVERSACIONES ENTRE AMIGAS
PARA TODOS SALE EL SOL
 CUANDO LORENZO SE ACUESTA, SE LEVANTA CATALINA
María llegó del hospital a la casa con su madre, la caída había sido aparatosa, pero las consecuencias, a Dios gracias, no fueron tanto, un esguince. Tenía la pierna bastante inflamada y dolor pero con unas pastillas, una venda, tranquilidad y reposo, en unos días, listo.
María acomodó a su madre en el sofá y le prometió quedarse por la noche; recordó su accidentado cumpleaños y la visita de su amiga. La tarde había sido larga en el hospital y le debía una llamada para contarle todo lo sucedido.
María llamó a su amiga y las dos quedaron, para estar al día siguiente en la casa de su madre, todavía no era tarde, para tomar el prometido chocolate de cumpleaños. Marta llamaría a su madre por si quería acompañarla y aunque un poco tarde, aún podían tirarle de las orejas y llevarla las flores compradas el día anterior, lo importante era que el resultado de la caída, había sido más bien leve.
Al día siguiente, a la hora convenida, se presentaban Marta y su madre en la casa de los padres de María, la madre sentada a la mesa de la sala las esperaba impaciente: el padre como de costumbre desde su jubilación, no perdonaba su café y la partida de cartas.
Encima de la mesa una caja de galletas y una gran jarra de cristal con el humeante chocolate, parecía decirles “cómeme”.
Marta hoy, además del ramo de claveles y la plantita de alegría, traía otro pequeño paquete para obsequiar a las amigas, a simple vista parecía una caja de galletas, y así era, pero para ellas eran especiales, unas galletas traídas por Marta desde el pueblo y que colocó sobre la mesa.
Después de los saludos y la entrega de regalos, las visitantes se sentaron encantadas y la charla como de costumbre, siempre empezaba por hablar de su pueblo. No en vano, Marta recién llegada de allí tenía las noticias bien frescas. Pero como no había noticias sobresalientes se centraron en otras cosas.
La madre de María, comenzó a contarles la mala experiencia de su accidentado día anterior, pero ahora estaba bastante bien y con muletas podría salir pronto a la calle.
El chocolate en las tazas las estaban esperando y sería mejor no dejarlo enfriar, entonces abrieron la caja de galletas regalo de Marta y… ¡eureka!, camufladas en una bonita caja, estaban las galletas de vainilla de su infancia, todas sonrieron y fue un bonito detalle que gustó a las anfitrionas.
La señora de la casa comenzó diciendo:
–Sabéis, cuando nosotras éramos pequeñas, nuestros padres no eran muy dados a decirnos palabras cariñosas, a besarnos o hacernos carantoñas, ¿pero sabes lo que me decía mi madre algunas veces? Eres “mi flor burgalesa” como las galletas de vainilla. Yo me ponía más contenta que unas pascuas.
–Poco tiempo tenían nuestras madres, ¡las pobres!, tenían demasiadas cosas que hacer. En cuanto a las galletas, también había de otras clases, pero en mi casa también eran las que más se gastaban, yo creo que eran baratas y además ricas, ahora como hay más dinero y muchas más cosas, pues igual ya no se gastan tanto –decía la madre de Marta.
Las jóvenes escuchaban a sus madres entre divertidas y un poco admiradas, a ellas no les faltó nunca de nada, y a veces se quejaban por cualquier cosa.
–Pero cuanto mejor se vive y más cosas se tienen más se quiere, ¿pero que demonios está pasando en el mundo, si parece que la gente está loca? ¡No sé lo que vamos a tener que ver! si llega a vivir mi madre, ayer, se hubiera muerto de miedo. Ya no se puede ver la tele, ni nada, da mucha rabia que con lo bien que se vive ahora, tengan que armar esos líos tremendos y absurdos ¿Pero qué quieren? ¿Qué buscan? Ganan unos dinerales tremendos y no se conforman con nada, es tristísimo que tengamos que pasar por esto y no se pueda hacer nada, ni castigar a los culpables. Nuestros padres pasaron una puñetera guerra y eso les marcó tanto que no lo querían ni recordar, y estos niñatos de ahora con lo bien que viven y han vivido, han nacido con todo hecho y todo lo critican, a veces dicen tantas tonterías que dan ganas de mandarles a esos países que están en conflictos para que vean lo que es malo de verdad –contestaba la madre de María.
–Es verdad, nuestros padres comieron poco, trabajaron mucho y no gozaron de nada, nosotros estamos mucho mejor y lo apreciamos, porque hemos conocido también un poco de lo malo de entonces, solo había que oírles hablar de la guerra y eso que por allí solo pasó de puntillas –dijo la madre de Marta.
Las chicas escuchaban sin decir nada, veían que sus madres se estaban metiendo en terrenos un poco escabrosos pero sí que tenían razón, esta gente de ahora se creían dioses, y pensaban que todo lo que pasó eran cosas que ellos las podían cambiar con solo chasquear los dedos, por arte de magia, o algo peor.
Y Marta pensó que ya era hora de marchar, y dando gracias a sus amigas por el rato pasado, se levantó de su silla y ayudando a su madre les dieron gracias por la merienda, se despidieron de sus amigas hasta cualquier día, no sin antes darse un beso y quedando para darse una llamadita telefónica; deseando que todo les fuera bien y sobre todo, que la accidentada pudiera salir tranquila y pronto a la calle.  

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