viernes, 20 de enero de 2017

EL OSITO PIO



  CUENTO     

EL OSITO PIO Y SU AMIGO
El osito Pío era un osito blanco muy guapo y muy simpático, vivía con su madre en el bosque, cerca del río. Estaba la mayor parte del invierno dormido dentro de su cueva y cuando se despertaba, ya en primavera, le gustaba tomar el sol y comer las hojas tiernitas que salían en los brotes de los árboles. Todos los días iba al río y se bañaba junto a su mamá, tenía la piel blanca inmaculada y su mamá cuidaba de tenerlo siempre muy limpio. Los osos vecinos envidiaban su blancura, pero todos eran sus amigos porque Pío era un osito feliz y muy bueno.
Pero Pío se estaba haciendo mayor y dejó de obedecer a su mamá, ahora no quería bañarse, se revolcaba por el barro, su preciosa piel dejó de ser tan blanca y su mamá lo tenía que reñir. Harto ya de que su mamá se enfadara con él, decidió marcharse de su casa y vivir por su cuenta, se fue de la cueva dando un portazo, sin despedirse de nadie y se decía: <<Ya soy mayor para que me manden siempre lo que debo hacer, desde ahora haré lo que me dé la gana>>. Pío holgazaneaba, comía lo que encontraba más cerca y no se preocupaba de asearse ni de cuidar su blanquísima piel. Un buen día se encontró con un oso mayor y más grande que él y los dos se dedicaron a hacer gamberradas, cogían la miel de las colmenas, les gustaba revolcarse y jugar por el suelo, salían a los caminos, asustaban a la gente y no se molestaban en hacer nada de provecho ni de visitar a sus mamás.           
Cierto día un mendigo que andaba pidiendo por los caminos se asustó tanto, que echó a correr y perdió su sombrero; un sombrero viejo y mugriento, ellos lo cogieron, se lo pasaban de uno a otro jugando con él y poniéndoselo en la cabeza. Varios días después Pío se dio cuenta de que su piel no estaba tan bonita ni tan blanca, además le picaba mucho el cuello y la cabeza y tenía que rascarse. Al día siguiente vio como su amigo se rascaba mucho y le preguntó porque lo hacía, el otro oso le dijo que alguien tenía piojos y se los había contagiado. Fueron corriendo al río a bañarse, pero pocos días después volvían a tener bichitos, porque ellos no sabían que los huevos de los piojos se llaman liendres, se pegan en el pelo y no se quitan solo con agua. Al final el osito Pio regresó donde su mamá, y aunque la mamá de Pío al principio estaba muy enfadada, luego le dio un fuerte abrazo y cariñosamente lo llevó al río, lo lavó muy bien con un buen champú y a los pocos días su piel estaba reluciente y sin una sola mota de polvo. Al compañero y amigo de Pio, los guardias lo metieron en una jaula y lo llevaron a trabajar a un circo. Desde entonces el osito Pío sabe que tiene que asearse, no juntarse con malas compañías, ser formalito, ir a la escuela de los osos y no coger las cosas que se encuentran en el suelo, ni jugar con ellas. 

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