
de mis tesoros,
¡tantos años olvidada!,
la caracola que un día
encontramos en la playa.
Jugábamos en la arena
construyendo mil castillos,
con el cubito y el agua,
con la pala y el rastrillo.
En calma estaba la mar,
baja estaba la marea,
al amparo de una roca
enterrada entre la arena
estaba la caracola
que saqué con el rastrillo
y la pusimos de faro
iluminando el castillo.
La tomaste entre tus manos
besándola con cariño
y me diste aquel tesoro
aunque solo éramos niños.
Fue nuestro primer encuentro
de muchos días felices,
construyendo otros castillos
de mayores, en el aire,
que se los llevó la mar
y ya no se acuerda nadie.
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