lunes, 10 de enero de 2011

EL TRIUNFO DEL CID

 POESIA DE DON JOSE MARIA DE HEREDIA (1842-1905) 

DEDICADA AL CID,EN LA QUE CITA A BELORADO, SALDAÑA Y CASTIL DE CARRIAS. HIJO DE PADRE CUBANO Y MADRE FRANCESA
Tiene el real palacio las puertas franqueadas y el buen rey don Fernando sale para acoger al joven jefe que entra con sus viejas mesnadas. / Abandonan el claustro, la campiña, el taller..., el mercader, el clérigo, el labrador inculto, y al balcón las mujeres asómanse por ver al que ha vengado a Cristo del agareno insulto: / Rodrigo de Vivar que de la morisca tierra vuelve a Zamora henchida de un alegre tumulto. / Doquier al divisarle el turbante se aterra, y en su corcel ligero cual la cebra rayado, huyó el jinete alarbe en la reciente guerra. / Todo lo ha destruido, maltrecho y saqueado del Ebro al Guadiana: la nava y el alcor: / y llegan ayes fúnebres del Algarbe incendiado. / Su botín es inmenso, mas su gloria es mayor;  porque son los más bravos Reyes de Berbería sus cautivos y llámanle el Cid Campeador. / Asi Rodrigo escucha la alegre griteria de la plebe que aclámale defensor de su ley al entrar en Zamora un despejado día. / Y cuando los heraldos anunciaron -¡El Rey!- el clamor fue tan grande que cuervos y cornejas salieron a cernerse sobre la inquieta grey. / Y de pie don Fernando so las puertas bermejas  en el umbral paróse deslumbrado un minuto, para escuchar los vítores gratos a sus orejas. / Y al avanzar contento del popular tributo surge de entre el enjambre que entusiasta delira una mujer muy pálida con las ropas de luto. / Destellando sus ojos amoratados de ira bajo el velo esparcido de sus cabellos rojos, gritó con voz turbada por las lágrimas -¡Mira!- / ¡Oh señor, reconóceme! Heme a tus pies de hinojos. Mi padre ha muerto. Era vasallo fiel. Castiga Fernando aqueste crimen que causa mis enojos. / Del Rey he de quejarme si el dolor no mitiga que me mata, y más tiempo quiere hacerme esperar la venganza a que un santo juramento le obliga. / Están ¡oh Rey! mis ojos cansados de llorar y el odio que en mi pecho inflamado se esconde, la garganta me anuda y me fuerza a gritar. / Al punto la venganza dicta aquí mismo, en donde está quien a mi padre privó de su denuedo. Y el pueblo repetia. -Es la hija del Conde.- / Ella arrogante irguiéndose, mostraba con el dedo a Ruy que en su silla clavado, a la doncella flechaba con mirada rutilante y sin miedo. / Y los ojos del hombre con los claros de aquella que acusábale, entonces se encontraron así cual dos hierros que abortan una doble centella. / Don Fernando perplejo y torvo estaba allí y pues ambos derechos del juicio, en la balanza pesan igual, gran pena siente dentro de sí. / El pueblo silencioso en derredor avanza y el viejo Rey contempla con los ojos severos sobre la turba el brillo de las puntas de lanza. /El botín custodiado mira a los caballeros -espada al puño y cota al pecho damasquina- que en torno al Cid impávido se agrupan altaneros. / Y al pie del estandarte consagrado en Medina ve cautivos ganados en Miramamolín, cinco emires vestidos de seda tunecina. / Y tras ellos diez negros con labios de carmín, llevando cada uno un árabe corcel. Exclama, a la clemencia propenso, el Rey al fin: / -Ha vengado a su padre, a vencido al infiel.- y viendo que ella sigue inculpando a su amante, Fernando se acaricia la barba y se dice para él: / -¿Quién es justo en juicio semejante?- Como a sus pies Gimena lamentara su suerte, ofrecióle la mano y le dijo galante: / -Levántate, hija mía, sosiégate y advierte, que de un Rey de Castilla para el ánima buena, de tus ojos las lágrimas, son un arma muy fuerte. / Vivar me es caro. Azote de la hueste agarena ha sido; mas yo quiero oír tu ruego insistente; morirá si lo ansías. Es ya tuyo Gimena. / Si lo mandas, el hacha ha de herirle obediente.- Ruy Diaz la miraba sin miedo y sin enojos. Ella cerró los ojos y doblegó la frente. / Y afrontar intentando en vano sin sonrojos el mirar del caudillo que no hay brazo que venza, al par que bajó la alba frente cerró los ojos. / No es ya la hija orgullosa del Conde. Ya comienza a encenderse su rostro, menos arrebatado por inflexible encono que de amor y vergüenza. / -A tu padre la vida arrancó un brazo armado por el Honor- ¡Dios haya tenido piedad de él! El hombre aplaude el golpe que el Rey ha condenado. /No vale menos la honra de Laín Calvo y del Cid, incólume como la de mis ascendientes, que la sangre que dora tu cabello buriel. / Yo el perdón le concedo si en olvidar consientes. Que Gormaz y Laínez vean su árbol fecundo por vosotros de ramas florecientes. / Habla y a una palabra de tu boca, yo fundo para Ruy, Señoríos en BELORADO, SALDAÑA y CASTIL DE CARRIAS. Y viendo de Gimena el silencio profundo, preguntóle Fernando: / -¿De tu amor infantil no sientes en el alma memoria que en pro arguya?- el Rey así expresa generoso y sutil. Y ha temblado la mano de Gimena en la suya.
EN TODOS SUS POEMAS, HEREDIA PRESENTA LOS ACONTECIMIENTOS DRAMÁTICOS CON EXACTITUD, EVITANDO TODO COMENTARIO PERSONAL Y TODA IMPLICACIÓN FILOSÓFICA. MAESTRO DEL SONETO FRANCÉS SU PODER SUGESTIVO ES INTENSO.
Traducción en verso castellano y prólogo de Antonio de Zayas.

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