jueves, 6 de octubre de 2016

EL CHICO ENAMORADO DE LOS ANIMALES


AMORES QUE PUEDEN MATAR

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 EL CHICO ENAMORADO DE LOS ANIMALES
 Era inteligente el muchacho, pero nadie creía en él: era taciturno y reservado, le decían que siempre estaba en Babia. No tenía muchos amigos y después de salir del colegio se iba al campo para ver los zorros o cualquier otro animalillo que saliera de sus cuevas o madrigueras. Le gustaba ver a los pájaros y se pasaba horas enteras observando su vuelo, conocía sus nombres al dedillo y sabía como nadie cuales eran sus colores. A veces encontraba alguna culebrilla y cualquier lagarto o lagartija, le gustaba ver como las culebrillas se enroscaban en un palo cuando él las azuzaba y como las lagartijas salían corriendo a su paso, pero él no tenía intención de hacerles ningún daño. No le daba miedo adentrarse en el monte por si podía ver algún lobo. En invierno a veces les oía aullar y tenía mucha curiosidad por verlos, sus padres le decían que eran peligrosos, pero a él le parecía que no podía ser verdad. En los libros veía a las lobas con los lobeznos y le parecían unos animales tan hermosos y pacíficos como cualquier perrito.
   Sus profesores sabían su afición y les recomendaron a sus padres que le comprasen un perrito. Al chaval le gustó el regalo, era un cachorrito muy juguetón y lo llevaba con él a todas horas, le acompañaba al campo y a los dos les encantaba jugar con todos los bichejos. Hasta que un día el perrito llegó a casa muy enfermo, el chaval recordó que habían estado jugando con una culebra y repentinamente el perro dio un gemido de dolor como si algo malo le hubiera pasado, pero él pensó que pudo haberse pinchado con algún espino o aliaga. Lo llevaron al veterinario y vieron que lo había mordido una víbora, afortunadamente llegaron a tiempo y el perro pronto estuvo a salvo y dispuesto a salir corriendo detrás de cualquier pajarillo, paloma o cualquier otro animalillo, pero ahora se guardaba de acercarse hasta a las culebrillas más pequeñas. Todo el pueblo decía que era un niño muy raro y que cualquier día iba a tener un disgusto. Él decía que no podía pasarle nada malo, porque no tenía ninguna mala intención, los animales eran inteligentes y se daban cuenta de ello.
   Sus padres cada vez estaban más preocupados, cuanto más mayor era el niño, más se adentraba en los montes y era más arriesgado para su integridad física. Ahora sí conocía bien a las víboras y ya no jugaba con ellas, pero seguía mirándolas con simpatía.
   Cierto día al caer la tarde volvió a su casa con un lobezno en brazos, era un lobezno perdido, muy pequeño y el chiquillo llegaba a su casa como si le hubiera tocado la lotería. Su padre se enfadó mucho con él y fueron los dos juntos a devolvérselo a su madre. Al llegar a un claro del monte, vieron que la mamá loba estaba muy herida y no pudieron hacer nada por ella. El chaval se apenó mucho, pero pudo llevarse al lobezno a su casa sin ningún problema, después de prometer a su padre que sería él quien se encargaría de su cuidado. Al principio tuvo problemas para alimentarlo, el lobezno era muy pequeño y le recomendaron darle la leche con una jeringuilla. Era un poco lento y trabajoso pero su madre le ayudaba y poco a poco fue recuperando peso y podía tomar su biberón sin problemas. El lobezno y el perro se hicieron amigos inseparables y ahora acompañaban a todas partes al chiquillo.
   Un día el lobezno se coló en la escuela sin que el chico se diera cuenta, se armó un gran alboroto, el profesor se enfadó mucho y los echó de la escuela con cajas destempladas, amenazándole con no dejarle entrar en clase nunca más si algo parecido volvía a pasar.
   Cuando sus padres se enteraron le dieron una gran reprimenda, y puesto que el lobezno ya era capaz de manejarse solo, bien podrían acostumbrarle poco a poco para que se quedara en el campo con su familia. El animalito todavía no quería despegarse de sus amigos, pero un buen día, sus padres lo llevaron bien lejos y no lo volvieron a ver.
   Al principio el chaval estaba preocupado, ¿y si le ha ocurrido algo?, se preguntaba, el perro parecía preguntarle lo mismo y los dos salían al monte para ver si lo encontraban.
   Aún recuerda la visión de la loba muerta y su cachorrito desvalido, que entonces recogió y con la ayuda de sus padres crió, cuidó y mimó hasta que pudo defenderse.
   Y el chico enamorado de los animales, deseaba hacerse mayor para estudiar y proteger a todos los animalitos, tanto domésticos, como salvajes.
   Pasado mucho tiempo y cuando ya casi se habían olvidado de buscarlo, un día que estaban en el campo, vieron como una loba con dos cachorrillos corría hacia ellos. Al principio se asustaron, pero el perro pronto salió corriendo a su encuentro, era su amigo el lobezno que se había convertido en una hermosa loba y ahora era la mamá de dos cachorrillos preciosos que podía criar, cuidar y mimar ella misma a sus pequeños hijitos y vivir entre sus congéneres.

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