jueves, 28 de mayo de 2015

CUANDO LAS LÁGRIMAS NO SIRVEN



HE ENCONTRADO UN REPORTAJE EN LA REVISTA "MUJER DE HOY" DE HACE ALGUNOS DÍAS. ME PARECE INTERESANTE Y QUIERO COMPARTIRLO, POR SI A ALGUIEN LE INTERESA.
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El síndrome de ojo seco causa cambios en la producción de las lágrimas. (Fotolia). 

Parpadeamos más de 19.000 veces al día para distribuir por el ojo estas pequeñas gotas lubricantes. Pero si no funcionan bien, empiezan los problemas. El peor, el síndrome del ojo seco.
En nuestros ojos conviven tres tipos de lágrimas. Las emocionales, producidas por un sentimiento intenso; las irritativas, que se generan cuando se ha metido algo en el ojo; y las basales, que limpian y humidifican la córnea. Cuando estas últimas fallan, somos candidatos a sufrir el síndrome del ojo seco, una dolencia que padecen entre el 11 y el 22% de los españoles y cuyos síntomas son sensación de picor, arenilla, sequedad ocular, enrojecimiento y dificultad para abrir los ojos tras el sueño. Pero para entender el origen de esta enfermedad hay que profundizar más en estas pequeñas gotas lubricantes. Por ejemplo, debes saber que cada una consta de tres capas: una de moco para que se adhiera a la córnea, otra de agua y una tercera de grasa, cuya función es que la lágrima no se caiga antes del siguiente parpadeo, explica la dra. Margarita Calonge, del Instituto Oftalmológico de Oftalmobiología Aplicada (IOBA).
Pues bien, cuando el delicado equilibrio de estas tres capas se altera, es cuando se produce el síndrome con sus picores, rojeces y legañas. ¿Pero qué es lo que va mal? En ocasiones, el problema se debe a una escasa producción de la capa acuosa de las lágrimas (sucede a menudo durante menopausia), pero lo más común es que su aparición esté relacionada con una mala producción de la capa de grasa. Cómo funcionan nuestras lágrimas es un descubrimiento reciente.
De hecho, hace 20 años nadie las estudiaba, ni a ellas ni el síndrome del ojo seco. La diferencia para lograr dos décadas de descubrimientos la ha marcado la tecnología, que ha permitido afinar el diagnóstico y, lo que es más importante, mejorar la calidad de vida del paciente. Ahora los oftalmólogos pueden revisar toda la superficie ocular en busca de daños, medir la producción lagrimal con el test de Schirmer (que consiste en colocar una tira de papel de filtro bajo el párpado inferior para medir la cantidad de lágrima producida) y analizar la concentración de lisozima (una proteína) en cada lágrima. Pero la investigación no se ha detenido ahí.
De hecho, en el IOBA se está llevando a cabo un ensayo que analiza la concentración de cada una de las sustancias de la lágrima (cualquier exceso puede lesionar el ojo), del nivel de sensibilidad de la córnea y de la morfología de los tejidos, al tiempo que busca problemas en las glándulas de Meibomio (las encargadas de secretar la sustancia que lubrica la superficie ocular y retarda la evaporación de la película lagrimal). No es necesario que todos los pacientes pasen por todas las pruebas para conseguir un diagnóstico, pero el tenerlas nos permite usar las más adecuadas en cada caso, explica la dra. Calonge.
Dos nuevas esperanzas
Gracias a los resultados de estas pruebas, se han ido descubierto nuevos datos sobre el síndrome. Por ejemplo, se ha comprobado que hay un componente genético aún desconocido que predispone a la enfermedad. Y que se trata de un problema inflamatorio, lo que ha abierto una de la dos líneas de investigación principales de este momento: emplear biomarcadores que informan sobre la actividad inflamatoria para saber qué fármacos son útiles antes de comercializarlos. El objetivo final es encontrar un antiinflamatorio potente y selectivo, que tenga menos efectos secundarios que los corticoides y los inmunodepresores que en ocasiones se emplean para controlar el síndrome.
La reconstrucción de la superficie ocular con células madre es la segunda línea de investigación y, según la doctora, está siendo muy efectiva en los casos más graves, como los asociados a complicaciones tras trasplantes de médula ósea, cuando las células de donante atacan el cuerpo del receptor. Así se aprovecha la capacidad de las células madre para transformarse en otras.
Controlar los síntomas
De momento, el tratamiento básico se realiza con lágrimas artificiales, que reducen las molestias, y usando gafas con filtros especiales. Las lágrimas artificiales con conservantes pueden producir intolerancia, pero hay en el mercado otras, sin conservantes y en monodosis, que no causan problemas aunque se utilicen cada pocas horas.
También se recomienda a los pacientes eliminar factores que empeoran su enfermedad, mejorando la humedad en los ambientes secos, utilizando gafas cerradas en días de mucho viento, o de sol en días luminosos. Este síndrome no se cura, pero se controla. De hecho, en la mayoría de los casos el paciente lleva una vida cercana a la normalidad, aclara la dra. Calonge.
Para controlar los casos más rebeldes, en ocasiones, se emplean corticoides tópicos a corto plazo y, a largo, ciclosporina, aunque esta es una opción polémica: "No siempre es efectiva, no siempre se tolera bien y no está indicada en cualquier caso y en cualquier momento", concluye la especialista. Además, se está empezando a tratar el ojo seco con nuevos sueros autólogos "enriquecidos con factores de crecimiento. Y hay nuevas lágrimas artificiales, geles, pomadas... útiles, pero muchas veces insuficientes en casos moderados y graves".

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