miércoles, 23 de abril de 2014

LOS CARNAVALES

DE GITANA ME VESTÍ
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El último martes de Carnaval toda la gente de mi cuadrilla decidimos disfrazarnos. Otros años también lo solíamos hacer, pero este año queríamos que fuera algo distinto. En la ‘cuadri’ somos ocho chicas y ocho chicos, algunos pareja. Quedamos en el salón de baile; que los chicos fueran por un lado y las chicas por otro, que los disfraces los eligiera cada uno a su aire en secreto y cada cual con su careta o antifaz para que nadie supiera de qué íbamos vestidos y no nos reconociéramos. Y además, después iríamos a las nueve de la noche a un bar cercano, ya sin nuestras caretas para volver todos juntos a casa.
   Las amigas nos juntamos en una calle distinta de las nuestras para que nuestros amigos no nos espiaran, y cuando ya estábamos todas, nos dirigimos a la sala de baile. Allí había mucha gente y todos disfrazados. Se veían chicos con faldas y con su pelambrera en las piernas, otros vestidos de frailes, monjas, indios, vaqueros y piratas con su parche en el ojo, en fin un poco de cada cosa. Nosotras, habíamos coincidido dos, vestidas de gitanas, con nuestra careta y aderezadas con collares y pulseras no nos reconocían ni nuestras madres, las demás, cada una llevaba su traje distinto y también estaban irreconocibles. Buscamos un poco por el salón por ver si aparecían nuestros amigos y en vista de que nadie nos reconoció ni reconocimos a ninguno de ellos, seguimos a nuestra bola; eso sí, todas juntas. Con el bailoteo y el jaleo montado, las dos que íbamos vestidas de gitanas nos despistamos de nuestras compañeras yendo a parar cerca de los servicios, momento que aprovechamos para entrar en el de las chicas. Muy cerca estaba el de los chicos y cuando nosotras entrábamos salían dos chavales vestidos de chica, uno de ellos llevaba su careta en la mano y comentaba que le estaba molestando: <<Espero que no nos vean éstas>> –decían, y mira por donde era el novio de mi compañera. Las dos nos quedamos de piedra y a punto estuvimos de descubrirnos, menos mal que reaccionamos a tiempo y cuando entramos al baño nos echamos a reír como dos locas. En aquel momento me puse a cantar una canción que me vino de repente a la memoria y que me sabía desde pequeña. Dice así la canción:
Un martes de carnaval de gitana me vestí y en un gran salón de baile a mi novio perseguí, y sigue la canción diciendo el chico: Gitana buena gitana dígame usted la verdad, diga en la buenaventura las faltas que tengo yo. Y ahora le dice la gitana: Tú eres un chico muy guapo y tienes buen corazón, pero tienes una falta que eres falso en el amor, tienes dos entretenidas, entretenidas de amor, la una es alta y morena, la otra rubia como el sol. Si te casas con la rubia has de ser un desgraciado, cásate con la morena y serás afortunado y ahora contesta el chico: Yo me caso con la rubia aunque sea un desgraciado y dejaré a la morena aunque sea afortunado. Y acaba la canción diciendo la chica: Adiós chico que me voy, que mis amigas me esperan, si quieres saber quien soy, soy tu novia la morena. A mi compañera le hizo gracia y se la ocurrió perseguir a su chico como decía la canción, fuimos a buscar a las demás amigas y como no aparecían y nuestra víctima estaba cerca, pusimos nuestro plan en acción. Mi amiga decía que su chico iba a reconocer su voz, por lo que me tocó a mí hacer de gitana y soltarle lo de la buenaventura, al principio el chico se negó pero ante mi insistencia accedió un poco a regañadientes, aquello era un juego y no iba a pasar nada. Cuando yo dije aquello de cásate con la morena y serás afortunado” cual sería nuestra gran sorpresa cuando nuestro amigo dijo muy enfadado: <<¡Vamos a ver, gitana de mal agüero!, o te largas de aquí o te doy un puntapié, yo tengo las novias que me da la gana. Y puedes decir lo que quieras, porque yo me casaré con la rubia.
   No quiero decir que mi amiga era la morena. Lo que iniciamos como un juego, nos declaró una verdad como un templo que ninguno sabíamos, y a partir de ese momento la tarde fue de mal en peor. Buscamos a nuestras amigas que no aparecieron hasta que llegamos al bar en el que habíamos quedado, allí el chico nos reconoció y se desató una gran tormenta entre la pareja. Fuimos a casa cabizbajos pensando que algunas cosas no deben hacerse ni de broma. Y todas estuvimos una temporada casi sin hablarnos con los chicos, a pesar de que el culpable desapareció sin dejar rastro.

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