martes, 22 de noviembre de 2016

LA BOTELLA DEL SULTÁN



   
CUENTO


   Subir al desván de la abuela siempre me produce una sensación indescriptible. La escalera oscura aumenta mi imaginación y los fantasmas bailan delante de mis ojos, ella siempre se adelanta y enciende la luz. En el desván guarda una gran cantidad de cajas con ropa, libros y diversos objetos llegados de distintos sitios del planeta. Dice que le gusta limpiar todas aquellas antiguallas y yo al verlas siento un verdadero placer.
   Hoy la abuela ha sacado de un baúl una botella oscura, pintada con dibujos arabescos dorados y está dentro de una caja de plata. La guarda con mucho celo y la trata con gran delicadeza. Le pregunto que puede contener la botella, me dice que es un regalo que ella recibió de su padre, este del suyo y así desde mucho antes de su tatarabuelo.
   –Parece que a este antepasado nuestro, se la regaló un sultán destronado de un país muy rico, encargándole que no la abrieran nunca, y eso es lo que hemos hecho durante siglos –dice la abuela.
   ­­–¿Pero para qué sirve una botella si no se puede saber lo que contiene? –le pregunto.
   –Pues tienes razón, yo creo que ya es hora de saberlo. ¿Te imaginas que está llena de oro y nos hacemos inmensamente ricos?
   La abuela busca un sacacorchos e intenta abrir la botella, el tapón está tan pegado que no se mueve, lo vuelve a intentar y a la tercera, por fin, el tapón cede un poco, al intentarlo otra vez, el tapón se rompe dejando un pequeño orificio.
   De repente se produce algo sorprendente, de la botella empieza a salir una especie de humo y a continuación la voz de un pequeño hombrecillo que grita: <<¡Sacadme de aquí!>>.
   La abuela asustada tira la botella y olvidando mi presencia ha corrido escaleras abajo, apagando la luz y cerrando la puerta, dejándome con todos los fantasmas habidos y por haber.
   Por la claraboya entran los últimos rayos de luz del atardecer. En la penumbra recojo la botella, en la cual sigue gritando el hombrecillo.
   –¡Date prisa, acaba de abrir la botella!, ya llevo encerrado demasiados siglos y estoy muy cansado. ¡Quiero salir de aquí!... ¡Quiero salir de aquí!...
   En el momento que toco la botella, siento, dos besos sobre mi cara, todos los fantasmas se desvanecen y la voz de mi madre me recomienda: <<Anda date prisa, que ya es tarde>>.
   El reloj ha ido muy deprisa y el desayuno sobre la mesa me confirma que todo ha sido un mal sueño.

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