viernes, 29 de julio de 2016

CUENTO, DOS VAQUITAS



 LA GRANJA "LOS OLMOS"
Las vacas Risa y Rusa vivían en la granja "Los Olmos" con otras vacas, entre ellas su madre y varios animales más. Habían nacido allí pero no les gustaba estar encerradas porque se aburrían mucho, y cuando las sacaban del establo para beber agua, ellas se resistían a volver de nuevo. Su mamá acababa riñéndoles pero ellas día tras día hacían lo mismo.
Un buen día a Risa se le ocurrió que no volvería y se lo dijo a su hermana. A Rusa que era un poco más juiciosa no le gustaba mucho la idea pero al final decidió acompañarla. Aquel día cuando salieron al abrevadero intentaron escabullirse pero su madre volvió a llamarles al orden. Risa que no se daba por vencida convenció a Rusa y al volver al establo se rezagaron haciendo como que jugaban y poco a poco se fueron alejando. La madre de Risa y Rusa les llamaba pero ellas que no querían volver no le hicieron ningún caso.     
El dueño de la granja tenía muchas vacas y ni siquiera se dio cuenta de que aquellas traviesas vaquitas se habían separado. Risa estaba feliz y le daba ánimos a su hermana, que no estaba tan convencida de haber hecho lo correcto. <<¡Pero que narices dices! –decía Risa–, nos tienen allí encerradas, ¿y todavía te quejas?, anímate hermana que lo vamos a pasar de rechupete. ¿No ves que praderas tan verdes y tan hermosas?, por aquí hay mucha agua y no tenemos que ir siempre a beber al mismo sitio, ya ves, ni siquiera nos han venido a buscar. Rusa conocía a su hermana y no quería dejarla sola, así que la seguía sin decir ni mu. Andando sin saber que dirección tomar (puesto que todo lo desconocían), llegaron a un lugar que a ellas les parecía absolutamente raro. Allí había muchas casas, algunas bajitas con prados pequeñitos, algún arbolito, flores y algún estanque. <<Qué sitio más raro>> –dijo Risa.
Siguieron andando y vieron otras casas distintas a las anteriores, unas altas y otras mucho más altas, aquello sí que parecía un panal de abejas con tantas celdas. <<¿Pero cómo pueden subir tan arriba? –se preguntaban extrañadas. Entraron en una calle, y de una forma absurda aparecieron coches y más coches. Risa intentaba seguir pero su hermana procuraba detenerla, ya que los coches se la hubieran llevado por delante. 
De repente vieron como delante de ellas bajaban dos barreras y, ¡vaya sorpresa!,  los coches se pararon y apareció un artefacto mucho más grande que el tractor del granjero, o cualquier camión que ellas habían conocido en su pequeña granja, o que veían cuando salían de sus cuadras, además era mucho más largo y más rápido. Atónitas miraban aquel cacharro y alguien dijo: <<¡Han subido las barreras!>>, y todos los coches empezaron a circular. Siguieron andando y por allí no se veía ningún animal, solo alguna persona que llevaba un perrito atado con una cuerda. Las vaquitas estaban perdidas en aquel lugar desconocido al cual habían ido a parar. Empezaban a tener hambre y sed pero, por allí no había más que casas y no se veían ni prados ni agua por ningún sitio. Como pudieron salieron de allí y entonces vieron a lo lejos un prado muy verde, hacia allí se dirigieron pero al llegar se dieron cuenta que estaba cerrado con vallas, no se podía entrar y además estaban unos chicos dando patadas y corrían detrás de una gran pelota. Desesperadas, hambrientas y sedientas no tenían más remedio que seguir buscando, pero cuanto más andaban, más difícil era salir de aquel laberinto de pitidos, ruido y luces que a veces se encendían y pasaban los coches y otras tenían que parar para que pasara la gente del otro lado. ¿Y ellas cuando pasaban? Rusa empezaba a sentir haber emprendido aquella aventura: a Risa en cambio le brillaban los ojos de felicidad y lo miraba todo con una curiosidad desmedida. 
De repente vieron como todos los coches y todas las personas se paraban, ellas miraban asombradas como se acercaban dos rebaños de ovejas y sus pastores con dos perros tan grandes como Sultán (el perro de la granja "Los Olmos"), detrás de éstos, venía una gran manada de vacas y bueyes. Risa y Rusa aprovecharon la oportunidad para pasar y colarse entre ellas. <<¿Dónde vais? –preguntó Risa a una colega que caminaba junto a ella. <<No sé –contestó la otra vaca–, creo que nos llevan a otro país>>. Risa se puso muy contenta, al fin podría ver mundo. <<¿No ves hermana que suerte hemos tenido? ¡Que es eso de estar toda la vida encerradas en una granja!>>. 
Pero Rusa mucho más sensata no las tenía todas consigo. <<¿Qué vais  a hacer en ese otro país al que os llevan?>> –preguntó Rusa a la vaca en cuestión. <<Pues según he oído vamos a la casa de unos ricos granjeros>> –dijo la vaca. Risa estaba encantada, cada vez veía las cosas más claras y se alegraba de haber dejado aquel pequeño establo en aquella fea y vieja granja; lo único que le apenaba era que ya nunca más vería a su mamá, pero total, ya traía a su hermana y podían ayudarse si se ponían mal las cosas. En aquella manada nadie las conocía, pero tampoco nadie las mandaba marchar, y con ellas irían hasta donde las llevasen. Viajarían en su compañía y podrían comer y beber siempre que las demás lo hicieran. De pronto, de entre todas las vacas dijo una voz conocida: <<Hola Risa, hola Rusa, ¿qué hacéis vosotras aquí?, había oído que no estabais en "Los Olmos" cuando nos han sacado de allí>>.
<<¿Y tú por qué estás aquí?>> –preguntó Rusa. <<Nos han sacado de la granja a todos los animales, desde los conejos hasta el perro, desde el más pequeño hasta el más grande>> –dijo la vaca conocida. <<Pero, ¿por qué?>> –volvió a preguntar Rusa. <<Nuestro granjero se ha ido a vivir a otro país y allí nos llevan a todos, ¿no has visto a las ovejas?, con ellas iba también Sultán, el perro>> –volvió a decir la compañera. 
Y dijo Rusa: <<Si que las he visto, pero no me he fijado bien. ¿Y dónde está mi mamá?>>. <<Tu mamá vendrá por detrás, creo que podrás verla más tarde>> –volvió a contestar su amiga.
   Rusa se alegró de que al final todo acabara bien, Risa en cambio se puso triste, porque la rueda del destino juega contra nosotros y sin saber por qué siempre acabamos perdiendo.

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