Son las fiestas del pueblo y la familia reunida en el comedor del
restaurante comenta las últimas vacaciones. Hace un día extraordinario y todo
promete un buen final. Han querido reunirse en el bar de un familiar para estar
todos juntos ya que en casa es un poco difícil. Hoy en el comedor solo estarán
ellos y con el permiso del dueño del bar, han traído hasta la perrita. Las
botellas de cava están fresquitas y el camarero pregunta si desean que él las
descorche. Le dicen que no se preocupe, ellos las abrirán cuando llegue el
momento.
El camarero sirve la comida y todos disfrutan de la reunión. Las copas
de cava sobre la mesa esperan a recibir el líquido espumoso y dorado, cada uno
recoge la suya para brindar por la salud de todos. Cuando uno de los chicos se
dispone a abrir la primera de las botellas, una de las chicas se levanta
elevando un poco la voz para que todos la oigan bien. <<¡Chicos tengo que
daros una buenísima noticia!>>.
Con la botella en la mano el chico se queda parado y un poco perplejo
como todos los demás. La chica mira a su pareja, los dos sonríen y la chica
prosigue: bueno, creemos que ya es hora de que todos lo sepáis; vais a ser
abuelos y tíos dentro de seis meses, hemos esperado a saber que todo está bien
para celebrarlo con toda la familia. Con gran alegría todos les felicitan y al
final el chico decide abrir la botella. Después del tiempo transcurrido el cava
está un poco movido y al intentar abrirla (“hale hop”), el tapón sale disparado
junto con un chorro de líquido que remoja a los asistentes más cercanos, el
tapón pega en el techo, rebota en la calva del abuelo y va a parar sobre la perrita,
que con un gruñido se refugia debajo de la mesa entre las piernas de su dueño.
Todos se ríen, la comida ha sido un completo éxito y todo ha salido muy bien.
Un estupendo día para recordarlo siempre.
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