CONVERSACIONES
ENTRE AMIGAS 7
Paquita está contenta, tiene la pierna mucho mejor y ya
se mueve casi con la misma soltura que antes de su caída. Ha salido a la calle para hacer compras y mirando algunos escaparates en su recorrido, le ha gustado un
jersey y lo ha comprado, se acuerda de su vecina y también de su amiga Luisa que
hace días que no las ha visto. Es un buen día para llamarla y quizá puedan ir
al parque a pasear y tomar el sol y el aire que tanto se necesita. Tiene ganas
de ver a su vecina, la vio un poco triste el día que estuvieron con los niños
hace ya unos días y quiere saber si necesita ayuda; por lo menos si la escuchan
y la acompañan un rato, a lo mejor se le quita un poco su preocupación. Coge su
teléfono móvil y llama a Luisa, las dos hablan un rato de sus cosas y quedan
para encontrarse en el mismo parque en el que estuvieron la otra tarde.
A la hora convenida sale Paquita de casa, en la
escalera se encuentra con la vecina, que sale con los niños, y las dos se
dirigen hacía el parque. Cuando están llegando, ven a lo lejos a Luisa que viene
con su hija Marta, las dos llegan y saludan a Paquita con un beso. Mientras, la
vecina ayuda y juega con sus nietos en los columpios.
Marta dice a la madre de
su amiga que le ve muy bien y que dentro de nada va a ir a correr una maratón,
las tres se ríen de la ocurrencia de Marta, que cuenta que ahora que esta de
baja y necesita pasear, ha quedado con María para dar una vuelta cuando salga
de su trabajo, mientras la espera, hará algunos recados. Paquita les enseña su
jersey comprado por la mañana y dice que cree que le gustará a su hija, las
amigas le dicen que estará muy guapa y Marta se va.
Antes de guardar Paquita su nueva prenda, llega la
vecina y pide permiso para sentarse con ellas, las amigas dicen que encantadas
y le preguntan a ver que tal esta de ánimo. Ella un poco deprimida dice que su
médico le ha aconsejado que vaya a un psicólogo, pero comenta que ella no cree
mucho en esos médicos, todo quieren arreglarlo con pastillas que son un poco
peligrosas, y ella no es quien tiene el problema, solo lo está sufriendo.
Luisa la comenta que a lo mejor la viene bien y que lo
intente, ahora se sabe más de todas esas cosas y seguro que la ayudan, que no
sea por no mirarlo.
La mujer no está muy convencida y dice, que como ya no
puede más, a lo mejor sí pide ayuda, pero no promete nada. Mira a sus nietos
que siguen con sus juegos y dice que gracias a ellos porque son su única alegría.
Y sigue contando lo que sus acompañantes temían, no obstante la escucharán e
intentarán prestarle su ayuda.
Es muy duro lo que tenemos que sufrir las mujeres
cuyos maridos les da por ir de bar en bar, la mayoría de las noches te acuestas
con algo parecido a un pellejo de vino con la boca abierta, es tan
desagradable, que si le dices que huele a vino te contesta, pues a que voy a oler
si es vino lo que he bebido, y una ya cansada de oirlo tantas veces, le contesta, pues haber bebido
colonia por lo menos olerías bien. Es un poco doloroso recordarlo, pero las
cosas malas se quedan grabadas a fuego. Y mientras él vivía la vida a su manera,
bebiendo y malgastando, yo pidiendo ayuda a gritos a mis hijos y ellos pasando
de todo, me decían: déjale que haga lo que quiera y haz tu lo mismo. Lo que más
me dolía es que además alguno se ponía de su parte porque yo a veces le echaba
la bronca, más que nada porque él me estaba arruinando económica y anímicamente.
Y de verdad la salud se resiente y la paciencia se agota, pero madre mía, que
poca consideración hacia su madre. Menos mal, que aunque no me trató bien,
tampoco me maltrató. Más que nada no sé si esto lo hacen porque lo han visto, por
ignorancia, o solo es una forma de olvido, desprecio, o qué sé yo. Además estas
personas son tan egoístas, que no saben vivir con nadie. Todo es suyo, parecen
E. T, mi casa, mi dinero, mi lotería, yo, yo, yo, y siempre yo... Te ignoran en
todo lo que dices, haces, o les cuentas, para ellos no existes para nada. Ellos
manejan el dinero, y te dicen: yo solo gasto lo que necesito, ¿y que necesitan,
si lo tienen todo en casa?, pero como no lo ven… además entre ellos comentan a
voz en grito, “a los hombres nos gustan todas las mujeres menos la nuestra”, y
tu lo oyes y piensas, ¿serán todos así? Aunque mi padre, el hombre, y otros que
yo conozco, eran todo lo contrario; por eso, yo no creo que sean todos iguales,
pero Dios les cría y ellos se juntan. Espero que esto un día cambie, y no penséis
que ha venido a deshoras ni nada de eso, nunca ha llegado a casa después de las
diez, pero están muchas horas en la calle y hay demasiados bares. Se juntan en cuadrillas
y además quieren pagar todos… vaya costumbres que han cogido. Y claro, ya son
demasiados años… parece que hablo en pasado pero es que parece que el tiempo no
existe, aunque en tu cara ves que ha pasado demasiado rápido. Y… Dios mío,
cuando me miro al espejo, solo veo una mujer mayor de lo que soy, con poca
sabiduría y menos experiencias: pesimista, amargada, desconfiada, cansada de la
vida y cansada de aguantar putadas. Dónde se quedó aquella chiquilla inocente,
confiada, alegre y cantarina, que no pensaba en problemas, ni dinero, ni mucho
menos en la vejez y la muerte. Pero una ya, va viendo demasiadas cosas, por
desgracia, y cada vez me acuerdo más de mi pueblo, de mis padres y de toda mi familia. Y solo
pienso en volver, volver…volver para siempre.
La pobre señora más agobiada que nunca, las pide perdón
y recoge a sus nietos, su hija ya llega para llevarlos a su casa.
Luisa y Paquita se miran y piensan que esta pobre
mujer, sí necesita ayuda de un profesional, ellas a pesar de su buena voluntad
no saben lo que deben hacer, mas de lo que han hecho. Dicen que ellas han
tenido más suerte, aunque sus maridos también son de los de antes, pero de
momento ellos saben comportarse con sus mujeres y con su familia. Y después de dar un paseo por el parque, llaman a sus hijas por teléfono, que por cierto están cerca del parque y van con ellas a tomar un cafe con leche y un bollo.
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