MAYO FLORIDO Y HERMOSO
Esto es lo
que nos cuenta el refrán: Marzo ventoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido
y hermoso. Tanto en marzo como en abril ha habido un poco de todo y mayo será
lo que sea, de momento florido sí está. Estamos en el primer día y da gusto
salir a pasear; los árboles ya todos están a reventar de flores y hojas, los
rosales nos perfuman y alegran los caminos con sus bonitas rosas, y la gente
despojada de su ropa de invierno va vestida con colores primaverales y más
alegres. Mayo, además
del mes de la madre, también es el mes de las primeras comuniones y de las bodas. Cuando
yo era pequeña, el día de la madre era el 8 de diciembre, el día de la Virgen Inmaculada, pero
entonces no se le daba la importancia que tiene ahora; no había regalitos para
las madres, porque los tiempos no estaban para bromas, ni tampoco había grandes
almacenes que hicieran propagandas de todas sus reservas. Ahora hay días para
todos y todos hay que celebrarlos con regalos, ya se encargan las televisiones
de recordárnoslo. Yo quiero felicitar a todos los que cumplen años en este
bonito mes, a los que toman la primera comunión, a todas las madres, y sobre
todo, a todos padres, madres y matrimonios que cumplan las bodas de oro. Un abrazo muy
grande para estos últimos, merecido lo tienen. Que cumplan con
salud todos los que Dios quiera.
LAS BODAS DE ORO
Era un bonito día
de primavera, el sol brillaba y aunque se respiraba nerviosismo en la casa,
todo el mundo estaba feliz. Se celebraban las bodas de oro de los abuelos.
La iglesia lucía
iluminada por sus cuatro costados, con otras tantas antiquísimas lámparas: una en cada pasillo de derecha
e izquierda, así como otras dos iguales, pero mucho más grandes en el pasillo
central. Además de las luces con sus reflejos irisados, un rayo de sol se
colaba por una de las ventanas, reflejándose en la imagen de la Virgen Inmaculada, dándole un
halo de misteriosa y resplandeciente divinidad.
Cada uno de sus altares se
adornaba con dos candelabros de plata, sus respectivas velas encendidas y
jarrones con ramos de rosas y claveles (las flores preferidas de
la abuela). Cada reclinatorio que ocuparían los abuelos, lucía varios ramilletes de rosas y claveles rojos, y en cada banco de invitados un pequeño ramito de flores silvestres.
La alfombra roja
del pasillo central estaba dispuesta para acoger el paso de los flamantes
abuelos a los acordes de la marcha nupcial, que el organista tocaría en el
momento preciso.
No faltaba nadie,
estaban sus cinco hijos y sus diez nietos, sus tres hermanos con todos los
hijos de cada uno y sus respectivos nietos. También acompañaba, incluso, alguno
de los amigos que asistieron a su primer enlace, cuando con cara de niños se
casaban en la iglesia de su pueblo.
Entonces estaban
sus padres, tíos, primos y algunos amigos de los dos. Todos los vecinos de su
aldea acudieron a la celebración de la misa, no eran muchas las bodas
celebradas en aquel pequeño pueblo y todos se apuntaron al acontecimiento.
Ahora las cosas
eran totalmente distintas, ya no había traje blanco ni ramo de azahar pero a
cambio, la novia llevaba un bonito traje malva y el novio un traje gris oscuro.
Don Ramón (el
cura), ofició la misa y en la homilía ya no hubo recomendaciones de cómo
deberían tratarse mutuamente, eso de… en la salud y en la enfermedad,
fidelidad, etc. Todas esas cosas, ya no eran necesarias.
A la salida de la
misa, todos los invitados y amigos que habían acudido a acompañarlos y
saludarlos en un día tan especial, reían y comentaban los acontecimientos en el
portalillo de la iglesia. Felicitaban a los, tres veces novios y ahora en vez
de arroz, los echaban pétalos de rosa.
De repente se
escuchó un gran estruendo dentro de la iglesia, todos los presentes volvieron
la cabeza y las risas cesaron. Don Ramón alarmado salió de la sacristía al
tiempo que todos los invitados entraban dentro de la parroquia.
Lo que vieron les
heló la sangre, una de las dos grandes lámparas que pendía del techo del
pasillo central, acababa de aterrizar estrellándose y haciéndose añicos contra
el suelo.
El comentario fue
unánime, había sido su día de suerte. El restaurante les estaba esperando y
ahora más que nunca podían celebrar la reunión familiar con un doble motivo.
Y con la natural alegría brindarían con un
buen cava, porque todos estaban absolutamente ilesos
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