CUENTO
Subir al desván de
la abuela siempre me produce una sensación indescriptible. La escalera oscura
aumenta mi imaginación y los fantasmas bailan delante de mis ojos, ella siempre
se adelanta y enciende la luz. En el desván guarda una gran cantidad de cajas
con ropa, libros y diversos objetos llegados de distintos sitios del planeta.
Dice que le gusta limpiar todas aquellas antiguallas y yo al verlas siento un
verdadero placer.
Hoy la abuela ha
sacado de un baúl una botella oscura, pintada con dibujos arabescos dorados y
está dentro de una caja de plata. La guarda con mucho celo y la trata con gran
delicadeza. Le pregunto que puede contener la botella, me dice que es un regalo
que ella recibió de su padre, este del suyo y así desde mucho antes de su
tatarabuelo.
–Parece que a este
antepasado nuestro, se la regaló un sultán destronado de un país muy rico,
encargándole que no la abrieran nunca, y eso es lo que hemos hecho durante
siglos –dice la abuela.
–¿Pero para qué sirve
una botella si no se puede saber lo que contiene? –le pregunto.
–Pues tienes razón,
yo creo que ya es hora de saberlo. ¿Te imaginas que está llena de oro y nos
hacemos inmensamente ricos?
La abuela busca un
sacacorchos e intenta abrir la botella, el tapón está tan pegado que no se
mueve, lo vuelve a intentar y a la tercera, por fin, el tapón cede un poco, al
intentarlo otra vez, el tapón se rompe dejando un pequeño orificio.
De repente se
produce algo sorprendente, de la botella empieza a salir una especie de humo y
a continuación la voz de un pequeño hombrecillo que grita: <<¡Sacadme de
aquí!>>.
La abuela asustada
tira la botella y olvidando mi presencia ha corrido escaleras abajo, apagando
la luz y cerrando la puerta, dejándome con todos los fantasmas habidos y por
haber.
Por la claraboya
entran los últimos rayos de luz del atardecer. En la penumbra recojo la
botella, en la cual sigue gritando el hombrecillo.
–¡Date prisa, acaba
de abrir la botella!, ya llevo encerrado demasiados siglos y estoy muy cansado.
¡Quiero salir de aquí!... ¡Quiero salir de aquí!...
En el momento que toco la botella, siento, dos besos sobre
mi cara, todos los fantasmas se desvanecen y la voz de mi madre me recomienda:
<<Anda date prisa, que ya es tarde>>.
El reloj ha ido muy
deprisa y el desayuno sobre la mesa me confirma que todo ha sido un mal sueño.
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