La princesa Samid era la hija de los reyes Dimas y Sadim: vivían en un
palacio muy bonito por dentro y por fuera, no tenía hermanos y era la
‘princesita’ para todo el mundo. Sus padres estaban muy orgullosos de su hija y
la tenían como su mejor tesoro. En palacio estaba toda la gente que la quería,
desde sus padres hasta el último criado.
La niña también tenía un perrito llamado Granizo con el cual jugaba, y
estaba tan protegida que solo salía al jardín con la reina y su doncella.
Pero la niña se hacía más mayor y aunque en su casa tenía muchos
juguetes, profesores y personas a su servicio, todos eran mayores y la pequeña
se aburría. Un día de junio como tantos otros salió al jardín, llevaba a su
perro y jugando, no se dio cuenta de que a su mamá la reina, se le había
enredado su vestido en un rosal al coger una rosa, y su doncella intentaba
soltarlo sin desgarrar aquella maravillosa prenda. La niña seguía jugando con
el perro hasta que llegaron a la puerta de salida. Normalmente allí siempre
había varios guardias que no dejaban entrar ni salir a nadie si no les daban
una contraseña, pero en aquel momento no había nadie y el perrito se coló por
las rejas de la gran puerta. La niña lo llamó varias veces pero el perro seguía
correteando, la niña quería mucho a su perrito ya que era el único amigo que
tenía, lo volvió a llamar y al ver que el perro no quería entrar, intentó salir
ella por el lugar que había pasado el perro. Al final vio como una de las rejas
estaba un poco más separada de las demás y ¡eureka!, salió a la calle sin
ninguna complicación. Mientras la reina y su doncella se habían deshecho del
abrazo del rosal, dándose cuenta de la falta de Samid y su amiguito Granizo,
pero ellos ya estaban un poco lejos.
La niña y su perrillo siguieron andando,
al pasar por una calle vieron jugando a un corro de niñas, se acercaron a
ellas, las pequeñas le miraron a la pequeña princesa y le dijeron: <<Vete
de aquí niña, que se te va romper ese vestido que llevas y te va a reñir tu
mamá>>, y Samid se fue sin decir nada. Poco después pasaban por un
parque, encontraron a una niña que paseaba a su perro, y los perritos se
dedicaron a conocerse y a jugar, hasta que la otra niña dijo que ya era hora de
irse a casa. Samid dijo que ella no podía ir a la suya.
–Y, ¿por qué no puedes ir tu casa? –preguntó la niña del parque.
–Soy la hija de los reyes y me he escapado de casa.
–No me lo creo aunque lleves ese vestido de princesa, a lo mejor has
estado en alguna fiesta de disfraces.
–Tú lo has dicho, esa es la
verdad –dijo Samid–, yo no soy de este pueblo, el vestido me lo dejó una niña y
ella se llevó el mío. Hoy he venido a entregarlo, pero no sé donde vive y como
no la conozco no lo puedo cambiar. Si te gusta te lo cambio a ti por uno tuyo,
más o menos tenemos la misma talla.
–Bien, yo te dejo este y ya preguntaré a ver a quién pertenece ese
vestido tan bonito. Por el mío no te preocupes, mi padre no se va a enterar.
–¿Por qué dices tu padre?, no tienes madre acaso?
–No, yo no conocí a mi mamá, murió al nacer yo. Si quieres puedes venir
a mi casa, los perros se han hecho muy amigos. Puedes comer conmigo y luego ya
te acompañaré a tu casa.
–Bien, pues vamos cuando tú quieras –dijo Samid que ya empezaba a sentir
hambre.
A las niñas les hizo gracia el
cambio de ropa y se fueron hasta la casa de la nueva amiga de la princesa, la
niña abrió la puerta y subieron al piso, no había nadie más y Samid preguntó:
–¿Dónde está tu padre?
–No sé, tenía que trabajar, es uno de los guardias del rey y parece que
en palacio ha debido pasar algo muy gordo.
–¿Pues, que ha pasado?
–No sé, papá no puede decir nada, pero yo lo conozco bien, y estaba muy
preocupado.
Las niñas comieron tranquilas y Samid viendo que nadie la reconocía y
tampoco la creían cuando decía que era la princesa dijo:
–Yo tampoco tengo padres, murieron hace poco en un accidente de avión.
Cuando se fueron de viaje yo me quedé en un hotel con mi perrito. Después de
todo, a mí me quisieron llevar a un orfanato, a mi perrillo a la perrera y nos
escapamos. Cuando pude fui a mi casa, recogí algo de ropa y dinero, y desde
entonces andamos vagando por ahí.
–Pues te puedes quedar aquí y vivir con nosotros para siempre. Papá gana
bastante dinero y nos podrá mantener a las dos, iremos juntas al colegio y
seremos como hermanas, ¿qué te parece mi idea?
En aquel momento llamaron por teléfono y la niña fue a ver quién
llamaba, enseguida volvió y dijo:
–Papá no vendrá esta noche a dormir, tiene que seguir trabajando. Hoy
nos haremos compañía, cenaremos un poco y luego nos acostaremos.
Al día siguiente cuando las niñas se levantaron ya estaba el dueño de la
casa (padre de la amiga de Samid), éste dijo que no podría venir a comer y a lo
peor tampoco a dormir.
–Algo grave pasa en palacio, dijo la chiquilla, papá no suele estar tan
preocupado.
–Yo sí sé lo que ha pasado, ha desaparecido la princesa que soy yo, ya
te lo dije ayer.
La niña del parque absolutamente nerviosa dijo:
–¡Vamos rápidamente a palacio, estarán todos locos buscándote!
Salieron deprisa para llegar a palacio, se olvidaron del perrito Granizo
y Samid no sabía como llegar, nunca había salido más allá del jardín, la otra
niña andaba muy rápida y la princesa casi no la seguía.
De pronto la niña se paró en la parada del autobús, cuando llegó el
vehículo las dos subieron a él y al poco rato se bajaron. La niña seguía
andando muy deprisa, y al momento entró por una puerta que llevaba a una
estación de metro, (Samid solo la había visto en fotos y libros) y se
preguntaba dónde la llevaría aquella niña desconocida. En unos minutos paró el
tren y la niña cogió a la princesa de la mano, salieron de la estación y fueron
a parar justamente frente al palacio de los reyes. Las dos niñas respiraron aliviadas y desde fuera pudieron ver todo el ajetreo y la preocupación de
todos por la travesura de la princesa.
Todos en palacio se tranquilizaron al ver a las niñas: los reyes le dieron las
gracias y una gratificación a la otra chiquilla del parque, ellas se despidieron
y quedaron para que al día siguiente aquella muchachita tan simpática volviera
con el perrito Granizo y su perro a jugar a palacio.
La falta de Samid hizo que sus padres se disgustasen mucho con ella y era
algo con lo que no habían contado nunca, pero aquella travesura hizo que la
niña encontrase una buena amiga, que le había enseñado muchas cosas y que desde
ahora podían compartir otras muchas.
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