Hoy quisiera recordarlos: a ellos, a nuestros ancestros que se esforzaron para sobrevivir y criar a sus familias lo mejor que pudieron. Ya entonces florecieron, granaron y dieron su fruto las pequeñas heredades, con sus exiguas y a veces mermadas cosechas, insuficientes para satisfacer las necesidades de casi siempre numerosas familias. Trabajaron con el orgullo de quien conoce su oficio, con la mejor intención y siempre con el mismo objetivo, mirando hacia el futuro y velando siempre por sus familias, con caras sonrientes y sin quejas, acostumbrados a trabajos duros y a veces agotadores. Nos dejaron un recuerdo imborrable y desde aquí donde quiera que estén, un abrazo para todos.
Que bonitas aquellas canciones castellanas dedicadas a los labradores y que daban alegría en el campo y en la era. Ellos siempre tenían los surcos y la tierra bien dispuesta para el año siguiente, optimistas y con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Aunque siempre mirando al cielo y pidiendo a Dios, a Santa Bárbara y a San Isidro el agua de mayo y que les librasen de tormentas y tempestades. ¡Cuánto sufrimiento para tan poca recompensa!
Ahora me gustaría dedicarles una pequeña poesía y que cada cual se la aplique a los suyos.
A MIS ANTEPASADOS
Fuisteis esclavos de las circunstancias
y del tiempo que os tocó vivir.
Seguramente tuvisteis bonitos sueños, y en ellos
pretendíais tocar el cielo con las manos.
Despertando de una ilusión ficticia,
y tropezando con una realidad muy difícil de cambiar.
Cuanto trabajo y que destino incierto,
que pocas alegrías,
y cuantas fatigas, para tan poco premio.
Mis queridos antepasados:
sois vosotros los que guiáis mi camino,
los que tendéis vuestra mano
cuando desfallezco en mis días tristes.
Sois, mis ángeles guardianes.
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