viernes, 25 de abril de 2014

IR DE COMPRAS

DE COMPRAS
 Hay quien dice que para las mujeres esa palabra es tan mágica que nos cambia la cara. No todas las mujeres hemos tenido tanta suerte y las compras que hacíamos eran las propias de la casa: comida y cosas para los hijos, nosotras siempre fuimos las últimas y a veces, ni eso.
Antes las mujeres cuando nos casábamos, dejábamos el trabajo y muchas de nosotras éramos dependientes del sueldo de nuestros maridos, cuidando de nuestros hijos, nuestra casa y ahorrando todo lo que podíamos de nuestro reducido sueldo.
Algunos hombres con menos cabeza y ningún escrúpulo tenían más suerte, ellos después de su jornada de ocho horas se juntaban, en una costumbre (que algunos llamaban social), para recorrer unos cuantos bares, despreciando casa y familia, haciendo gala de su disfrute y al final de la tarde ya de noche llegar a casa con varios vinos de más. Nada que decir de la cartera, porque se veían cuadrillas que como los borregos iban de un bar a otro en todas las direcciones y después en la casa la mujer y los hijos habían de pagar culpas que no tenían. No digo nada de los sábados y domingos, esas mismas personas salían por la mañana a tomar sus blanquitos (unos cuantos), llegaban a casa para comer deprisa, marchar corriendo a jugar su partida, tomando su café, copa y puro, salir de allí a las tantas de la tarde y seguir con la cuadrilla hasta las diez de la noche como poco. Pero no sale nada barato; por eso los chavales que no disponen de dinero, los fines de semana, recorren los supermercados en busca de botellas de licor con un alto contenido de alcohol. Son muchos los chiquillos que no llegan a su mayoría de edad para comprarlo y piden a cualquiera que encuentren en el “super” para que les haga el favor. Otras veces se les ve con garrafas de agua que vacían a la puerta de la tienda para hacer sus mezclas.
En todas partes se celebran las fiestas y el descanso semanal, pero en este país nuestro, el disfrute suele ser ir a los bares. Eso está muy bien si se va de vez en cuando en familia y hay una buena medida.
Pobres chavales, ¿es que nadie puede hacer nada por evitarlo? Y los padres ni nos enteramos. Pero si lo vieron desde siempre ¡que culpa tienen ellos! Alcohólicos ha habido siempre, por desgracia.  Por eso “de aquellos polvos vienen estos lodos”.

miércoles, 23 de abril de 2014

LOS CARNAVALES

DE GITANA ME VESTÍ
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El último martes de Carnaval toda la gente de mi cuadrilla decidimos disfrazarnos. Otros años también lo solíamos hacer, pero este año queríamos que fuera algo distinto. En la ‘cuadri’ somos ocho chicas y ocho chicos, algunos pareja. Quedamos en el salón de baile; que los chicos fueran por un lado y las chicas por otro, que los disfraces los eligiera cada uno a su aire en secreto y cada cual con su careta o antifaz para que nadie supiera de qué íbamos vestidos y no nos reconociéramos. Y además, después iríamos a las nueve de la noche a un bar cercano, ya sin nuestras caretas para volver todos juntos a casa.
   Las amigas nos juntamos en una calle distinta de las nuestras para que nuestros amigos no nos espiaran, y cuando ya estábamos todas, nos dirigimos a la sala de baile. Allí había mucha gente y todos disfrazados. Se veían chicos con faldas y con su pelambrera en las piernas, otros vestidos de frailes, monjas, indios, vaqueros y piratas con su parche en el ojo, en fin un poco de cada cosa. Nosotras, habíamos coincidido dos, vestidas de gitanas, con nuestra careta y aderezadas con collares y pulseras no nos reconocían ni nuestras madres, las demás, cada una llevaba su traje distinto y también estaban irreconocibles. Buscamos un poco por el salón por ver si aparecían nuestros amigos y en vista de que nadie nos reconoció ni reconocimos a ninguno de ellos, seguimos a nuestra bola; eso sí, todas juntas. Con el bailoteo y el jaleo montado, las dos que íbamos vestidas de gitanas nos despistamos de nuestras compañeras yendo a parar cerca de los servicios, momento que aprovechamos para entrar en el de las chicas. Muy cerca estaba el de los chicos y cuando nosotras entrábamos salían dos chavales vestidos de chica, uno de ellos llevaba su careta en la mano y comentaba que le estaba molestando: <<Espero que no nos vean éstas>> –decían, y mira por donde era el novio de mi compañera. Las dos nos quedamos de piedra y a punto estuvimos de descubrirnos, menos mal que reaccionamos a tiempo y cuando entramos al baño nos echamos a reír como dos locas. En aquel momento me puse a cantar una canción que me vino de repente a la memoria y que me sabía desde pequeña. Dice así la canción:
Un martes de carnaval de gitana me vestí y en un gran salón de baile a mi novio perseguí, y sigue la canción diciendo el chico: Gitana buena gitana dígame usted la verdad, diga en la buenaventura las faltas que tengo yo. Y ahora le dice la gitana: Tú eres un chico muy guapo y tienes buen corazón, pero tienes una falta que eres falso en el amor, tienes dos entretenidas, entretenidas de amor, la una es alta y morena, la otra rubia como el sol. Si te casas con la rubia has de ser un desgraciado, cásate con la morena y serás afortunado y ahora contesta el chico: Yo me caso con la rubia aunque sea un desgraciado y dejaré a la morena aunque sea afortunado. Y acaba la canción diciendo la chica: Adiós chico que me voy, que mis amigas me esperan, si quieres saber quien soy, soy tu novia la morena. A mi compañera le hizo gracia y se la ocurrió perseguir a su chico como decía la canción, fuimos a buscar a las demás amigas y como no aparecían y nuestra víctima estaba cerca, pusimos nuestro plan en acción. Mi amiga decía que su chico iba a reconocer su voz, por lo que me tocó a mí hacer de gitana y soltarle lo de la buenaventura, al principio el chico se negó pero ante mi insistencia accedió un poco a regañadientes, aquello era un juego y no iba a pasar nada. Cuando yo dije aquello de cásate con la morena y serás afortunado” cual sería nuestra gran sorpresa cuando nuestro amigo dijo muy enfadado: <<¡Vamos a ver, gitana de mal agüero!, o te largas de aquí o te doy un puntapié, yo tengo las novias que me da la gana. Y puedes decir lo que quieras, porque yo me casaré con la rubia.
   No quiero decir que mi amiga era la morena. Lo que iniciamos como un juego, nos declaró una verdad como un templo que ninguno sabíamos, y a partir de ese momento la tarde fue de mal en peor. Buscamos a nuestras amigas que no aparecieron hasta que llegamos al bar en el que habíamos quedado, allí el chico nos reconoció y se desató una gran tormenta entre la pareja. Fuimos a casa cabizbajos pensando que algunas cosas no deben hacerse ni de broma. Y todas estuvimos una temporada casi sin hablarnos con los chicos, a pesar de que el culpable desapareció sin dejar rastro.

martes, 22 de abril de 2014

BELORADO






BELORADO
EN TORNO A SU PLAZA
Plaza Mayor de Belorado
BELORADO "Belfuratus" llama a esta población, situada a orillas del río Tirón, el Codex Calixtinus"- De origen romano, en el siglo IX forma parte de la linea de fortalezas fronterizas del condado castellano. En el siglo XII, Alfonso I de Aragón le concede fueros, siendo importante plaza medieval. A la entrada se alza la ermita de nuestra Señora de Belén, de claras resonancias jacobeas, en el mismo lugar donde estuvo un antiguo hospital de peregrinos, el llamado de los "Caballeros". Con el mismo fin caritativo se levantó el hospital de San Lázaro y de la Misericordia, situado a la salida de la población. En el centro, muy cerca de su plaza mayor, existió el convento de San Francisco, fundado en 1250 y reedificado en el siglo XVI, donde la tradición recuerda la estancia de San Bernardino de Siena en su peregrinación a Compostela. Su iglesia de Santa María es una buena construcción renacentista del siglo XVI, y en ella se encuentra un altar dedicado a Santiago. Sobre la villa, en lo alto, quedan las ruinas de castillo -antaño límite con Navarra-, y excavadas en la roca caliza las cuevas donde la tradición sitúa el retiro de San Caprasio. DEL LIBRO -VISITA BURGOS Y SU PROVINCIA- DE JUAN RUIZ CARCEDO-

MIS RELATILLOS

 ME GUSTA ESCRIBIR
 Hola: Me alegro mucho que las cosillas o relatillos que se me ocurren, sean leídos y alguien los valore positivamente. Desde que era pequeñita fue mi afición favorita, pero entonces no teníamos ni papel. Yo a veces escribía en cualquier sitio. Desde que se me ocurrió poner la primera "poesía" en la página de mis pueblos, y que no pensaba que alguien lo iba a ver, y mucho menos que todo esto tuviera repercusión. Yo escribía mis relatillos para distraerme y para mí, sin ninguna intención de que lo viera nadie, pienso que no tienen ninguna importancia. Pero con estas nuevas tecnologias se llega tan lejos que yo no me lo hubiera podido imaginar. Sigo escribiendo porque me encanta y pienso, que aunque no tenga ninguna importancia lo que escribo (no tengo la suficiente educación académica para pasar de esto) me lo paso estupendamente poniendo medias verdades y medias mentiras. Los escritos no son cosas que hayan pasado en mi pueblo, porque era muy pequeño, tienen mucho de fantasía y recordando cosas de un sitio o de otro (aunque también pasaron cosas, que yo no me atrevería a reflejarlas en ningún sitio). Creo que los buenos escritores escriben muchas cosas que nunca ocurrieron y que son obra de sus privilegiadas cabezas. Cuando escribí el librito de las historias de María puse mis cuatro "poesías" y lo rellené con lo poco que sabía de mi pueblo y algunas de mis experiencias; eso sí era todo verdad. Mi hijo pequeño me retó a que me inventara cosas y ahora lo que hago, la mayoría es de mi imaginación (porque ya todo está inventado). El escritor Ramiro Pinilla decía que toda su obra era imaginada y que también se podían copiar estilos y (digo yo), quizá alguna otra cosilla. Yo seguía escribiendo en cuadernillos y a mis hijos no les parecía mal, hasta que al mayor se le ocurrió hacerme el blog en blogia, luego el pequeño me lo pasó al que está ahora y lo mejoró. La verdad que yo no sé mucho de estas cosas pero algo voy aprendiendo, además ellos me ayudan. Dicen que los niños tienen que tener libros desde muy pequeños, nosotros en aquel pueblo bien pocos tuvimos. Pero yo me aficioné en la escuela y viendo a mi padre que también le gustaba escribir. LA SEMILLA CAYÓ EN BUEN TERRENO Y VA CRECIENDO. Hasta otro día y muchas gracias.

lunes, 21 de abril de 2014

ABRIMOS UNA BOTELLA DE CAVA

 UN ESTUPENDO DÍA


 Son las fiestas del pueblo y la familia reunida en el comedor del restaurante comenta las últimas vacaciones. Hace un día extraordinario y todo promete un buen final. Han querido reunirse en el bar de un familiar para estar todos juntos ya que en casa es un poco difícil. Hoy en el comedor solo estarán ellos y con el permiso del dueño del bar, han traído hasta la perrita. Las botellas de cava están fresquitas y el camarero pregunta si desean que él las descorche. Le dicen que no se preocupe, ellos las abrirán cuando llegue el momento. El camarero sirve la comida y todos disfrutan de la reunión. Las copas de cava sobre la mesa esperan a recibir el líquido espumoso y dorado, cada uno recoge la suya para brindar por la salud de todos. Cuando uno de los chicos se dispone a abrir la primera de las botellas, una de las chicas se levanta elevando un poco la voz para que todos la oigan bien. <<¡Chicos tengo que daros una buenísima noticia! Con la botella en la mano, el chico se queda parado y un poco perplejo como todos los demás. La chica mira a su pareja, los dos sonríen y la chica prosigue: bueno, creemos que ya es hora de que todos lo sepáis; vais a ser abuelos y tíos dentro de seis meses, hemos esperado a saber que todo está bien para celebrarlo con toda la familia>>. Con gran alegría todos les felicitan y al final el chico decide abrir la botella. Después del tiempo transcurrido el cava está un poco movido y al intentar abrirla (“hale hop”), el tapón sale disparado junto con un chorro de líquido que remoja a los asistentes más cercanos, el tapón pega en el techo, rebota en la calva del abuelo y va a parar sobre la perrita, que con un gruñido se refugia debajo de la mesa entre las piernas de su dueño. Todos se ríen, la comida ha sido un completo éxito y todo ha salido muy bien. Un estupendo día para recordarlo siempre.

LEOVIGILDO Y LA CAROLA

  TRANSFORMADOR

 Leovigildo y la Carola eran un matrimonio muy simpático: el chico vino de otro pueblo hacía muchos años, era casi un niño y allí se quedó a vivir trabajando en el campo para la gente del pueblo. A los pocos años sus padres fallecieron y vino a vivir con él una hermana suya: se llamaba Basilisa, tenía 27 años, era bizca, coja, jorobada y un poquito retrasada. La chica le ayudaba en las labores de la casa pero su hermano tenía que estar muy pendiente de ella para todo. La Carola que ya era novia del chico les ayudaba; un día decidieron casarse y se quedaron a vivir los tres en una casa que les dejaron los padres de ella. Los recién casados vivían muy a gusto pero la hermanita era una carga más y debía ganarse la vida de alguna manera. Los padres de Carola pensaron en comprar algunas ovejas más y la chica podía ir con su pastor a cuidarlas, la darían una paguita y todos se arreglarían. No contaban con que Basilisa y el pastor se acostaban en el saco de la paja, en la era, y en el campo, dejando a las ovejas solas en cualquier lugar. Pronto se dieron cuenta del error que habían cometido, el pastor desapareció, la Basilisa se quedó con una barriga de siete meses y era un gran problema para todos. No obstante Basilisa tuvo una niña y Leovigildo y Carola decidieron criarla ellos, ya que no tenían niños todavía. A la niña le pusieron de nombre Leovigilda en honor al padre y el hermano de su madre pero la niña fue creciendo lo mismo que los problemas. Cuando la niña tuvo siete años “sus padres” quisieron que la niña hiciera la primera comunión con los demás niños, pero el cura se negó porque la chiquilla era hija de soltera. Leovigildo se enfadó mucho con el cura, dejó de hablarle y prohibió a todos los de su casa ir a la iglesia para nada, ni siquiera a los entierros (decía), no sabía que el suyo iba a ser el primero. Un día de invierno el pobre Leovigildo se puso malo y el médico le dijo a su familia que “no había nada que hacer”, a los pocos días el hombre falleció y fue enterrado fuera del cementerio, sin misa, responso ni acompañamiento. Las chicas se quedaron solas y Carola con ayuda de sus padres llevaba las riendas de la casa. Pero la mala racha no había hecho más que empezar: los padres de Carola se pusieron enfermos y casi a la vez dejaron de existir. La pobre Carola lo pasó mal y por su chiquilla hacía cualquier cosa; un día lavando la ropa, le dio un mareo, se cayó al río y cuando la encontraron la sacaron ya muerta. Ella si tuvo entierro y acompañamiento, pero Basilisa y Leo (como llamaban a la chica), se quedaron más solas que la una. El cura se ofreció a ayudarlas y pronto los rumores, murmuraciones, cuchicheos, comentarios e insinuaciones, se convirtieron en calumnias y Basilisa intentando defenderse tuvo un encontronazo con una mala “cotilla”, se insultaron e incluso tuvieron una pelea, la pobre Basilisa se llevó la peor parte y fue a casa con la camisa echa jirones. Los mozos (tan simpáticos y cachazudos ellos), con mucha sorna le sacaron esta canción: A la pobre Basilisa / le han roto la camisa / debajo se la ven / dos campanas llamando a misa. La chiquilla desconsolada no sabía controlar la situación y pasaba el tiempo lo mejor posible. Había cumplido los catorce años y por la edad no iba a la escuela, pero seguía teniendo mucha confianza con su maestra que le aconsejaba y ayudaba en lo que podía: pero la maestra no duró mucho en el pueblo y el siguiente curso llegó una nueva. La pobre Leo andaba un poco desorientada y la mala gente envidiosa y rastrera en vez de ayudar, criticaba todo lo que madre e hija hacían, pero de alguna manera había que comer y no eran pocos los que se aprovechaban. Un día los del pueblo hicieron una comida para todo el municipio y las dos chicas se presentaron con sus mejores ropas y su mejor intención, pero algún desalmado ya les tenía preparada una trampa y con su mejor cara las invitó a comer a su lado. Entre los aperitivos había “gildas”, un chico le ofreció a Leo la más bonita y picante como un demonio. La chiquilla que no estaba acostumbrada, al primer bocado empezó a toser y corriendo salió a la calle a escupir, a la vez aprovechó para beber agua de la fuente cercana y se fue a un rincón a orinar, el sinvergüenza que le había ofrecido la guindilla con otro compañero la siguieron, y vieron como la pobre Leo no paraba de rascarse en sus partes más íntimas. Los canallas volvieron riéndose a la fiesta y contaron a todos, lo que habían visto. Al domingo siguiente rondaban a la niña con este cantar:
La pobre Leovigilda / se ha comido una gilda / le pica el chiribí / y le dicen las vecinas /.  Leo, Leo lávate / con agüita de cebolla /
y búscate un novio rico / que tenga una buena p…. /.
Ahora si que la pobre Leo no sabía que hacer, se refugió en su casa y solo salía de ella para ir a por agua y a comprar alguna cosilla cuando su madre no estaba en casa. Una de sus amigas de la escuela le tenía cariño y lástima, porque ella no era culpable de nada, y consiguió con la ayuda de sus padres, la maestra y el alcalde a la cabeza, que llevaran a madre e hija a la ciudad. A la madre la ingresaron en un centro especializado y a la chica en un colegio. A los pocos años Leo volvía para agradecer a su amiga y a todos los que le habían ayudado a salir de aquel pueblo que tan mal les había tratado.

martes, 15 de abril de 2014

¡ A PALABRAS, NECIAS...!

Hay un refrán que dice "a palabras necias, oidos sordos". A mí siempre me llamó la atención dicho refrán, ¡hay tantas veces que cerramos los oidos a palabras sabias! Pero muchísimas veces más, somos necios: metemos la pata otras tantas, y no aprendemos ni con los años. A mi siempre me gustó la lectura y algunas cosas me parecian raras, o absurdas, ¡pero yo que puedo decir si no soy ninguna experta! Cuando éramos niños y estábamos en la escuela me llamaba la atención una pregunta del catecismo (mejor dicho, era la respuesta). El catecismo nuestro, era un librito pequeño que entre otras cosas tenía los Mandamientos, Sacramentos, el Credo la Salve etc. Como otras cosas nos costaba lo nuestro aprenderlo (incluso más de un sopapo). Sobre todo con una maestra, que tenía fijación con nuestro grupito. En esos años en nuestra escuela mixta estábamos unos veintitantos, divididos en tres grupos. Nosotros éramos los medianos y pagábamos muchos malos humores de nuestra maestra, sobre todo los lunes, si el domingo no venía a verla aquel medio novio que tenía. Volviendo a la pregunta del catecismo (que no la recuerdo), la respuesta era así: "Eso no me lo pregunteis a mi, que soy ignorante, doctores tiene la Santa Madre iglesia que lo sabrán responder". Cuanto más pienso en ella más absurda me parece, ¿a qué venía la preguntita y de qué se trataba? ¿Y si no lo teníamos que responder porqué lo preguntaban? ¡COSAS RARAS!